El lenguaje deportivo puede llegar a ser muy poético. Por ejemplo, me parece que frases del baloncesto como “congelar el balón” o “jugar con el reloj” son imágenes muy bellas para referirse a algo tan estratégico y práctico como utilizar al máximo el tiempo de una posesión.

Igualmente, en el lenguaje coloquial se utilizan muchas palabras y frases derivadas de las competencias atléticas. “Estar en tres y dos”, como en el conteo de un bateador, se utiliza constantemente en conversaciones entre puertorriqueños, por mencionar alguna de esas expresiones.

 Asimismo, el arte –especialmente la música popular– se apropia muchas veces del lenguaje deportivo. “Botaron la pelota tu papá y tu mamá / por lo linda que te han hecho para mí”, en la composición de Pedro Flores; “comienza la segunda del noveno”, dice Rubén Blades en Decisiones, y así por el estilo.

Pero volviendo al baloncesto, es posible que la palabra “güira” sea de los vocablos más utilizados en el lenguaje boricua. No es para menos, pues en este país abundan los velagüiras, los buscones, los jugadores que no se esfuerzan en la defensa pero  son los primeros en llegar a su canasto para conseguir un canasto fácil.

En la música urbana, como en algunos temas de Tego Calderón, se utiliza bastante la figura del velagüira. Sin embargo, creo que la frase que más me gusta es de Calle 13 en la canción Pi-Di-Di-Di, de su primer álbum, titulado igual que el nombre de la banda y publicado en 2005.

En ese disco, aunque mayormente juguetón y cómico como la canción a la que hago referencia, ya se perfilan ciertos matices más profundos que caracterizan a la banda en su etapa de mayor madurez.

En resumen, Pi-Di-Di-Di utiliza una imaginaria visita a San Juan del rapero estadounidense apodado Puff Daddy (luego P. Diddy, como se menciona también en la canción). La voz del Residente se sitúa como un mesero a quien no le cae bien el cliente, que representa en última instancia el capitalismo y el imperialismo estadounidenses (“Si Puff Daddy me ofrece un millón, yo le digo que no”, culmina el coro).

El narrador de la canción le da un puño a Puff Daddy que le deja “un chichón a lo Mamadou Thiam”

 –¿recuerdan cómo “Tito” Trinidad dejó de hinchado a su contrincante Thiam en el año 2000?– y le hace “un Sixto Escobar, con el uno, dos y el jab” –otras imágenes obviamente deportivas que evocan a grandes figuras del boxeo puertorriqueño.

Pero cuando en la canción se comienza a hablar directamente de los “gringos”, frente a la jaquetonería boricua, llegamos al baloncesto: “No te creas que porque mi raza es chiquita se quita/ si no donqueamos, nos vamos de güirita”.

Aunque la frase no es tan complicada como para necesitar explicación, sí me parece que la figura del velagüira, en este caso, va más allá. Si el velagüira hace poco para lograr sus objetivos, en la frase de René Pérez se trata de llegar a un mismo fin, con los recursos que se tienen, pero sin caer necesariamente en la comodidad de no defender.

Más bien se trata de no tener que ser ni alto ni espectacular para anotar, para llegar a la meta. A fin de cuentas, una güira y un donqueo tienen el mismo valor: dos puntos.