Es normal que muchos artistas de distintas disciplinas se solidaricen con causas sociales. Sobran los ejemplos de músicos, actores, pintores y escritores que se convierten en verdaderos activistas a favor de la justicia. A fin de cuentas, como han expresado varios artistas y teóricos a través de la historia, “todo arte es político”.

Lo que no es tan común, aunque sí hay varios ejemplos –en Puerto Rico, tan reciente como el pasado 29 de mayo, el ex pelotero Carlos Delgado fue uno de los que encarcelaron simbólicamente en apoyo a la liberación del preso político puertorriqueño Oscar López Rivera y mientras estaba activo protestó contra la guerra en Irak al mantenerse sentado cada vez que se cantaba el “God Bless America” en los partidos-, es que los deportistas se expresen a favor de distintas causas ajenas al campo deportivo. Sobre todo, si aún están activos y con salarios que los alejan bastante del “pueblo”.

En estos días, se supone que el mundo del fútbol esté de fiesta con la celebración de la Copa Confederaciones en Brasil, como anticipo a la Copa del Mundo del próximo año. Sin embargo, el pueblo brasileño se ha tirado a las calles a protestar, mayormente en forma pacífica, contra los exuberantes gastos en que está incurriendo el Estado para ser sede del Mundial y de los Juegos Olímpicos del 2016 en Río de Janeiro y que se invierta mejor en educación, salud y transportación.

Hoy día, en Brasil, la justicia social es mucho más importante que el fútbol. Los cientos de miles de protestantes, en las ciudades más importantes del inmenso país sudamericano ya lograron que se derogara un aumento en el precio del transporte público, una de las demandas principales de los manifestantes.

Esta vez, los miembros y ex jugadores de la selección brasileña –que ha ganado más Copas del Mundo que cualquier otro país, con cinco– se han manifestado a favor de la gente que está en las calles reclamando mejores condiciones de vida.

¿Se imaginan a un LeBron James, un Derek Jeter o cualquier superestrella de los deportes profesionales de Estados Unidos apoyando un movimiento como Occupy Wall Street? Si alguno lo hizo, lo desconozco y, sobre todo, lo dudo.

Entre las  expresiones de muchos futbolistas de la canarinha, las más contundentes las ha hecho Neymar, la principal estrella del fútbol brasileño actual. Creo que es realmente maravilloso que una estrella de apenas 21 años, que acaba de firmar en las “Grandes Ligas” del fútbol con el FC Barcelona y que aparentaría que vive solo para jugar, se atreva a apoyar un movimiento de manera tan precisa y rotunda.

“Siempre tuve fe en que no sería necesario que llegáramos al punto de tirarnos a la calle para exigir mejores condiciones de transporte, sanidad, educación y seguridad, sobre todo porque es una obligación del Gobierno. Mis padres trabajaron mucho para poder ofrecerme a mí y a mi hermano un mínimo de calidad de vida… Hoy, gracias al éxito que ustedes [sus seguidores] me proporcionan, podría parecer demagógico por mi parte —pero no lo es— levantar la bandera de las manifestaciones que recorren todo Brasil; pero soy brasileño y amo a mí país (…) Quiero un Brasil más justo, más seguro, más saludable y más honesto”, escribió Neymar en una red social antes de uno de los partidos de su selección.

El ex futbolista Rivaldo, campeón del Mundial de 2002 con la escuadra verde amarela, fue más lejos aún. Cuando lo normal sería pensar que celebrar la Copa Confederaciones y el Mundial sería una prioridad para los futbolistas, el bienestar de la gente es mucho más importante que el deporte más popular del país.

“Es una vergüenza que el Mundial se vaya a celebrar en Brasil con las desigualdades existentes, con gente pasando hambre. Yo fui pobre y sentí el no tener un buen servicio sanitario. Mi padre fue atropellado y murió por no haber sido atendido en un hospital público de Recife”, expresó el ex jugador en su cuenta de Twitter.

Dani Alves, lateral derecho del Barcelona y de la selección brasileña, también tuvo algo que decir: “Por un Brasil sin violencia, mejor, en paz, educado, con salud, honesto y feliz”.

En fin, que en tierras brasileñas se están fortaleciendo las protestas contra la corrupción y la mala distribución de las riquezas. Y sus futbolistas, que en su inmensa mayoría son de origen humilde, no tienen que ser necesariamente unos intelectuales para apoyar lo que consideran justo.

A diferencia de la clase política, a pesar de que la presidenta Dilma Rousseff validó las voces de las calles en una democracia, el fútbol en Brasil no está divorciado de su gente.