
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 12 años.
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“Huidobro decía que el poeta es un pequeño dios. Yo digo que Messi también”, escribió el escritor y profesor Rafah Acevedo el día en que Messi rompió el récord de Gerd Mueller al sobrepasar los 85 goles en un año natural, el pasado 11 de diciembre.
Sí, el 2012 también fue de Messi y, seguramente, recibirá el próximo 7 de enero su cuarto premio como mejor futbolista del mundo, el llamado Balón de Oro, de manera consecutiva, lo que sería otro récord más para el delantero argentino. En el 2010, cuando los otros finalistas eran del mismo club que Messi, yo le hubiera entregado el premio a Xavi Hernández, pues fue y es el “cerebro” tanto del Barça como de la selección española que ganó su primera Copa del Mundo. Mientras, otros se lo hubiesen dado a Andrés Iniesta, autor del golazo que le dio a España ese título en la final de Sudáfrica; sin embargo, Iniesta estuvo lesionado durante una buena parte de la temporada 2009-2010 con el Barça.
Pero, como bien ha dicho el brasileño Dani Alves, compañero de Messi en el club azulgrana, mientras la Pulga esté jugando, tiene que recibir el premio de mejor futbolista del planeta.
Messi, al igual que sus compañeros Xavi e Iniesta, es un artista del fútbol. Es fácil estar de acuerdo en que es el mejor futbolista del planeta –y posiblemente de la historia–, pero ver su desarrollo a través de los últimos años y, sobre todo, disfrutar de lo que hace en el campo es un verdadero lujo.
No se trata sólo del impresionante récord de 91 goles en un año –79 con el FC Barcelona y 12 con la selección argentina–, además de sus 24 asistencias o pases que terminaron en gol, sino de cómo lo hace.
Casi todos sus contactos con el balón, aunque no culminen en gol, son un espectáculo. La forma en que desarrolla una velocidad impresionante con un control de la pelota aún más asombroso, dejando atrás a rivales con sus piernas de genio –en especial con su zurda– o a través de pases con sus compañeros, o cuando no se deja caer al recibir algún golpe si cree que puede continuar la jugada es simplemente sensacional.
En el arte, la forma es igual o hasta más importante que el contenido. En el fútbol, como en otros deportes, los números son lo principal: gana el que más anote. Pero con Messi y el juego del Barça sucede que la forma, aun cuando el resultado no sea favorable, es igual o más significativo que el desenlace en el marcador.
Esa filosofía del Barça, que se inculca en todas las categorías inferiores del club, la instauró Johan Cruyff cuando fue técnico del primer equipo de 1988 a 1996. Cruyff fue la estrella del llamado “fútbol total holandés” como jugador de la selección en los años 70 y llevó este estilo al club en el que también militó como jugador.
Pep Guardiola jugó bajo las órdenes de Cruyff en el llamado Dream Team y, como técnico del Barcelona de 2008 a 2012 supo poner las fichas necesarias para concretizar ese fútbol en el que el portero es el primer atacante y los delanteros son los primeros defensores. Además, acomodó ese modelo al servicio de Messi, y logró que el argentino –con ADN futbolístico del Barça, club al que llegó en su adolescencia– se convirtiera en lo que es hoy, un goleador de primera categoría.

Cuando a Messi le preguntan sobre la cantidad absurda de goles y demás marcas que ha conseguido a nivel internacional, con su habitual humildad responde que no lograría nada sin sus compañeros. Y tiene razón. Michael Jordan no hubiera ganado seis campeonatos de la NBA sin Scottie Pippen como compañero, por mencionar a quien estuvo en todos los títulos, y seguramente, tampoco sin Phill Jackson. Así son los deportes de conjunto.
No es casualidad que, en transmisiones o reseñas de los partidos del Barça, se utilicen metáforas como sinfonía, violines azulgrana, toque intelectual y un largo etcétera. Messi, sin embargo, es el mejor solista de este equipo y del mundo futbolístico, acompañado por la mejor orquesta que lo alimenta con pases perfectos y que se ha convertido en el mejor equipo de fútbol durante los últimos años. Y no se trata de la gran cantidad de títulos que ha ganado el club en los últimos años, sino que el fútbol que practican los blaugrana es, visual y estéticamente, muy atractivo.
Un ejemplo perfecto de ese juego barcelonista de pases y toques que desconciertan a los rivales es la jugada en que Messi anotó su gol número 86 del 2012, con el que rompió el récord del “Torpedo” Muller después de 40 años. En esa jugada, el 10 barcelonista le pasa el balón a Iniesta dentro del área y el español se lo devolvió al argentino con un taconazo impresionante para que Messi enviara la red a la portería del Betis con un disparo de izquierda potente y, sobre todo, con puntería, pues pasó entre varios jugadores contrarios y el portero apenas pudo reaccionar.
Sin duda alguna, si para el poeta chileno creador de Altazor el poeta, el artista, es un pequeño dios, un creador de belleza, Messi lo es en el mundo del deporte y de la belleza.
A continuación, un vídeo con los 91 goles de Messi del 2012: