A ese no lo salva ni el médico chino
¿Quién era ese médico chino que, aparentemente, todo lo curaba?

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 5 años.
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Cuando sabemos que a alguien no le queda mucho más tiempo en este planeta, declaramos que a esa persona no lo salva ‘ni el médico chino’.
¿Te has puesto a pensar a quién hace referencia esta frase? ¿Quién era ese médico chino que, aparentemente, todo lo curaba? ¿Existió en la vida real?
Tal parece que sí, y en este artículo te lo presentaré.
Para ello, debemos remontarnos a mediados del siglo XIX cuando hubo en Cuba una inmigración importante de chinos que venían a trabajar, por contrato, en la industria de la caña de azúcar. Salían de China con la esperanza de prosperar económicamente y a la vez huir de la opresión política y religiosa que había en su país. En un momento dado, se calcula que en Cuba hubo sobre 150,000 chinos. La presencia de esta cultura asiática fue tan predominante en la mayor de las Antillas que, aún hoy día, hay un barrio chino en La Habana que llegó a ser el segundo más grande de América, luego del de San Francisco.
Algunos de esos orientales que llegaron a Cuba traían consigo los conocimientos de la milenaria medicina china, la cual incluye un sinnúmero de remedios a base de yerbas.
Uno de esos chinos fue Lin Huan Cheng, quien se estableció en Cuba en 1847. Durante cuatro años se dedicó a llevar a cabo sus tratamientos naturales, en particular a enfermos que sufrían de lepra en la ciudad de Camagüey. Cuentan que este chino, a quien algunos rechazaban por no ser católico, se convirtió de manera dramática al cristianismo durante una procesión de Viernes Santo: ataviado de la ropa típica china, se arrodilló frente a un crucifijo en medio de la procesión. A partir de ahí, cambió su nombre a Juan de Dios Sian.
Por alguna razón, este médico decide salir de Cuba y llega a Puerto Rico en el 1951 junto a su esposa cubana. Desde su llegada, buscó que el gobierno le diera una licencia para practicar su medicina en la isla, sobre todo con el fin de tratar de forma gratuita a personas que ya habían sido dadas por incurables. Durante sus primeros días en la isla se supo de varios casos en que la intervención del médico chino logró curar a enfermos, incluido algunos que habían sido desahuciados. Aún se conservan documentos que brindan esa información, incluyendo una petición enviada al entonces gobernador de Puerto Rico en la que se le solicitaba la otorgación de una licencia para que el médico chino pudiera practicar, de manera legal, su medicina en la isla. Esa licencia, no obstante, fue denegada.
Esto no detuvo al famoso médico chino en su misión sanadora para beneficio de lo que se llamaba, en aquella época, ‘la humanidad doliente’. Luego de dos años en Puerto Rico y sin lograr obtener la licencia (lo que lo podía exponer a multas e, incluso, la cárcel), el médico chino decidió regresar a Cuba donde vivió hasta su muerte en el 1885, a los 74 años.
Al igual que otras frases y palabras que decimos en Puerto Rico, la del médico chino se originó en Cuba como una variación de otra que traían los inmigrantes de las Islas Canarias: ‘A ese no lo salva ni Dios’. Luego, como ha ocurrido en otras situaciones (como es el caso del término ‘guagua’), la expresión llegó a Puerto Rico y luego regresó a las Islas Canarias, donde también existe.
Así pues, cuando oigas hablar del médico chino, piensa en el buen amigo Juan de Dios Xian, quien con su medicina logró sanar a enfermos y salvar algunas vidas, tanto en Cuba como en Puerto Rico…
Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
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