Una manera de amar nuestro hermoso idioma es descubrir las curiosidades que guardan muchas de las expresiones que solemos decir. ¿Cuáles son sus orígenes? ¿Qué historias encierran? En la columna de hoy, comparto contigo algunas de ellas…

Acabar como el rosario de la aurora- Te invitaron a una boda fina en un hotel de la capital. Cerca del final de la noche, luego del flujo incesante del champán y de los vinos, el tío Quique hace un comentario desdichado a la esposa del primo Rafael. Las advertencias se convierten en amenazas, ocurre el primer empujón, se mete la madre de la novia, el hermano del tío tira el primer puño y comienzan a volar sillas, centros de mesa y restos de bizcocho. En otras palabras, la boda “acabó como el rosario de la aurora”. Esta expresión viene de un incidente, igualmente lamentable, que ocurrió en Madrid a mediados del siglo XIX. Cuenta la historia de dos cofradías que, luego de rezar sus rosarios temprano en la mañana, sacaron en procesión a sus respectivas vírgenes, la del Henar y la de la Aurora. De pronto, ambos grupos se encontraron de frente en una calle estrecha de la ciudad. Como suele pasar en estos casos, ninguno de los dos quiso dar media vuelta para ceder el paso. Los ánimos se caldearon, comenzaron los insultos, luego los puños; las bonitas procesiones terminaron en una histórica pelea. Desde entonces, cuando algo similar ocurre hoy día, recordamos aquel rosario de la Virgen de la Aurora cuyo final no fue muy feliz.

Pisando huevos- ¿Alguna vez has ido por el carril expreso de la autopista y te encuentras de frente a un conductor que va, sin aparente razón, a solo 30 millas por hora? No hay forma de pasarle, te desesperas y, con la sangre hervida, gritas: “¡Ay, bendito! ¡Este va ‘pisando huevos’!”. Usamos esta expresión cuando estamos ante la presencia de alguien que va a excesiva cautela y lentitud, tal como si estuviese caminando por medio de un gallinero repleto de huevos escondidos entre pajas.

Quemarse las pestañas- ¿Recuerdas aquellas noches de estudiante en que tenías un examen al otro día y tenías que amanecerte con el libro en la mano para poder salir bien? “Me quemé las pestañas anoche estudiando”, decías. Esta frase que, para ti, es una simple metáfora, para tus ancestros probablemente haya sido una triste realidad. Y es que la luz eléctrica tiene poco más de un siglo de inventada y, antes de ella, los estudiantes debían usar velas para estudiar durante la noche. Nuestros antepasados tenían que acercar la vela a sus libros para poder tener suficiente luz y se inclinaban sobre ellos para estudiar. Luego de horas en esa postura, cansados de tanto leer, comenzaban a cabecear, lo que los ponía en un alto riesgo de ‘quemarse las pestañas’ con la llama de la vela.

Estirar la pata- Luego de una larga enfermedad, abuelito “estiró la pata”; en otras palabras, se murió. Un amigo cirujano me explicó en días recientes la razón de esta peculiar frase. Tiene que ver con el concepto de ‘rigor mortis’ o ‘rigidez de la muerte’. En ocasiones, cuando alguien muere, ocurre un cambio químico en los músculos que produce una rigidez en todo el cuerpo. Las piernas se vuelven tiesas y los pies quedan estirados como las de una bailarina de ballet. En otras palabras, el cadáver, literalmente, “estiró la pata”.

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