El término ‘americanismo’, con relación al lenguaje, puede referirse a dos conceptos:

1. Palabras o formas de expresión del español hablado en América.

2. Palabras o formas de expresión que provienen de alguna lengua indígena de América.

En cuanto a la primera acepción, existe el ‘Diccionario de americanismos’, publicado en el 2010 por la Asociación de Academias de la Lengua Española, que cuenta con unas 70 000 palabras y expresiones que son propias del español de América. Entre ellas hay varias que se escuchan en Puerto Rico, como ‘jartarse’ (“tomar alimentos hasta sentirse harto”), ‘meter los mochos’ (“mentir, engañar”) y ‘procurar’ (“buscar a alguien o a algo”). Algunos de estos americanismos pueden o no ser exclusivos de un país de América, y hay muchos que se comparten entre varias naciones.

Estas influencias del lenguaje americano al idioma español han ocurrido desde el mismo momento en que Cristóbal Colón pisó las tierras de este hemisferio en el año 1492. Ni los españoles ni los indígenas de aquellas primeras islas sabían de la existencia del otro, a pesar de que por siglos estuvieron compartiendo un mismo planeta. No había, por lo tanto, ninguna raíz lingüística en común, ningún contexto o trasfondo compartido que les ayudase a entenderse. Al principio toda comunicación debió ser por gestos, los cuales también carecían de significados compartidos entre ellos (por ejemplo, el movimiento de la cabeza de arriba hacia abajo para significar ‘sí’, o de izquierda a derecha para significar ‘no’, es posible que no significara absolutamente nada para los nativos de aquellas tierras). Había, pues, una inmensa barrera de comunicación entre los conquistadores y los conquistados.

Por otro lado, como muy bien Colón se percató a partir de su segundo viaje, los lenguajes de los indígenas en América eran diferentes entre sí. No existía un idioma común entre ellos. De hecho, se calcula que en toda América había más de 1500 lenguas diferentes, que pertenecían a unas 170 familias lingüísticas, habladas por una población nativa de unos 50 millones de personas, según han calculado algunos historiadores.

Por otro lado, los españoles se enfrentaron no solo a unos lenguajes incomprensibles, sino que también comenzaron a ver objetos, alimentos, animales y cosas que nunca habían visto en Europa y que, por lo tanto, no tenían nombres en español. Ante esto, en vez de recurrir a inventarse palabras para nombrar todas estas novedades, prefirieron, simplemente, incorporar al español las palabras que decían los indios. Así comenzaron a surgir los primeros americanismos de nuestro idioma, muchos de los cuales siguen vigentes hoy día. Por ejemplo, hay unas 300 palabras que provienen del taíno, tales como ‘arepa’, ‘barbacoa’, ‘boricua’, ‘comején’, ‘guayaba’, ‘hamaca’, ‘huracán’, ‘iguana’, ‘macana’ y ‘piragua’.

Ahora bien, ¿sabemos cuál fue la primera palabra indígena que se incorporó formalmente al idioma español? Sí, lo sabemos: ‘canoa’.

Esta palabra es el americanismo más antiguo de la lengua española, y fue utilizada por primera vez por el propio Cristóbal Colón en su diario el 26 de octubre de 1492, exactamente dos semanas después del descubrimiento de América. Era la primera vez que él veía una embarcación como esta, hecha de un solo tronco de madera. Luego, tres años más tarde, la palabra queda registrada formalmente en el diccionario español-latino de Antonio de Nebrija.

Luego se incorporaron muchas otras palabras indígenas al lenguaje español y, de ahí, esos términos tendrían también una influencia en otros idiomas, incluyendo el inglés, como ocurre con ‘huracán’ (‘hurricane’) y ‘hamaca’ (‘hammock’).

Aquellas sociedades y culturas indígenas de América se manifiestan hoy día a través de muchas maneras, entre las que se destaca la huella indeleble de su lenguaje.