En mi niñez, a falta de Xbox e Internet, le dediqué muchas horas de mi vida a aprender algunos trabalenguas. Me parecía un ejercicio divertidísimo. Luego que me los aprendía, trataba de impresionar a mis amiguitos con mis trabalenguas (por las caras que ponían, me imagino que nunca logré impresionarlos).

“Pancha plancha con cuatro planchas, con cuántas planchas Pancha plancha”.

“El zapatico de Quico tiene pico y con el pico del zapatico de Quico, Quico se hizo rico”.

Pero el que más me gustaba repetir era el siguiente:

“Ese dicho que me han dicho que dicen que he dicho yo, ese dicho no lo he dicho, que si lo hubiera dicho estaría muy bien dicho por haberlo dicho yo”.

Me encantaba ese juego de palabras. Tal vez no fui un niño normal.

Con los años, abandoné mi obsesión con los trabalenguas y me dediqué a buscar los orígenes de algunas palabras y expresiones.

Aquel “dicho que me han dicho” evolucionó hacia otro tipo de curiosidad: el de buscar las historias que esconden nuestros dichos cotidianos. Cada vez que escuchaba alguno, me preguntaba: ¿por qué lo decimos así?

Por ejemplo, oía a mi mamá decir que en alguna fiesta todo el mundo había ido “de punta en blanco”, es decir, con sus mejores ajuares. ¿De dónde venía esa expresión?

Pues resulta que, en la Edad Media, los caballeros practicaban la esgrima con unas armas de hierro sin filo y con una especie de botón en la punta para no herir al oponente. A esas espadas se les llamaban ‘armas negras’. Ahora bien, cuando iban a participar de un torneo, ya las espadas eran de acero filoso y sin el botón de protección, lo que llamaban un arma “de punta en blanco”. En esos torneos, los combatientes iban con sus atuendos más finos. La elegancia de estos esgrimistas se relacionó con su arma “de punta en blanco” y de ahí que hoy día utilicemos la expresión para referirnos a quienes visten sus mejores galas.

Otro dicho común es el de ‘sembrar cizaña’, usado cuando nos referimos a una persona que envenena la mente de otra con ideas que propician la desconfianza y la discordia. Resulta que la cizaña es una planta muy tóxica capaz de envenenar al que la consuma. En ocasiones, algún enemigo sembraba la cizaña en algunas fincas con el propósito de infectar el pan que con esas cosechas se elaboraba. Así que aquellos sembraban cizaña para envenenar a los enemigos y hoy día algunos ‘siembran cizaña’ en las mentes de ciertas personas para envenenar sus pensamientos.

¿Te atreves a poner tus ‘manos en el fuego’ para negar algo que otros dicen que has hecho? Ese es otro dicho común utilizado para afirmar nuestra inocencia o nuestra completa confianza hacia otra persona (“yo pondría las manos en el fuego por mi amigo”). La frase viene del más antiguo código hindú que afirma: “Aquel que la llama no queme debe ser creído”. Por ejemplo, existían leyes anglosajonas que establecían que se podía probar la culpabilidad o la inocencia de una persona a base del siguiente experimento: si la persona podía caminar cierto número de pasos sin soltar un hierro caliente que debía cargar en sus manos, entonces eso probaba su inocencia. Si no lo lograba, entonces se le consideraba culpable y podía ser condenado a muerte.

Andar ‘de punta en blanco’, ‘sembrar cizaña’ y ‘poner las manos en el fuego’ son solo algunos de los muchos dichos que tienen una historia interesante detrás de ellas.

Hay muchos dichos que tienen secretos que aún te faltan por descubrir y que iremos revelando en futuros artículos. ¡Pendiente!