Cuando no sabemos el nombre de alguien (o no queremos mencionarlo), solemos utilizar unas palabras muy expresivas para referirnos a esa persona.

“Pídeselo a fulana”.

“Salió con mengano”.

“¿Quién es ese zutano?”.

“Me lo dijo perencejo”.

Utilizamos estas cuatro palabras en ese mismo orden: si nos referimos a una sola persona, decimos ‘fulano’; si son dos, entonces hablamos de ‘fulano’ y ‘mengano’; si son tres, son ‘fulano’, ‘mengano’ y ‘zutano’; si llegamos a cuatro, añadimos ‘perencejo’ al final, aunque en otros lugares prefieren decir ‘perengano’.

Muchos de nosotros, en algún momento, hemos utilizado estos términos genéricos para referirnos a una persona.

En el caso de ‘fulano’, a veces le ponemos hasta apellido: fulano de tal (ej. “Cualquier fulano de tal puede venir a causar problemas en este negocio”). Es común, también, utilizar el diminutivo: “Mira que arrogante es la novia de fulanito”. Además, si le añadimos el artículo ‘un’ o ‘el’, también le añadimos un sentido despectivo a la oración (“Aquí vino un fulano a preguntar por ti” o “El fulano, amigo tuyo, me debe dinero”).

¿Alguna vez te has preguntado de dónde vienen estos términos?

Fulano y mengano vienen del árabe. Recuerda que hay cerca de 4000 palabras en español que deben su origen a los casi 800 años de presencia árabe en el territorio de lo que hoy es España, por lo que es normal que hayamos heredado muchas de ellas en nuestro idioma.

‘Fulano’ viene de ‘fulan’, que en árabe significa “persona cualquiera”. Tiene sentido, por lo tanto, el uso que le damos hoy día en español. Por su parte, ‘mengano’ viene también del árabe ‘man kán’, con el significado de “quién sea”.

En el caso de ‘zutano’, su origen es del latín ‘scitanus’ que significa “sabido” o “conocido”. También se dice que puede provenir de ‘cit’ o ‘zuti’, utilizados en el idioma árabe para llamar a alguien cuyo nombre es desconocido.

Aunque nosotros en Puerto Rico decimos ‘perencejo’, en otros países hispanos prefieren el uso de ‘perengano’, que es una mezcla de Pérez y mengano. El apellido Pérez es uno muy común y, al casarlo con mengano, toma el sentido de “un Pérez cualquiera”. En nuestro caso, ‘perencejo’ proviene de ‘Pero Vencejo”, que era una manera de llamar a los campesinos.

Ahora sabes el origen de algunos de estos términos que utilizamos a menudo. Como ves, casi todas las palabras tienen una historia o una razón de ser. A veces las decimos y las repetimos sin nunca cuestionarnos, tan siquiera, qué significan.

Por ejemplo, en estos días alguien me dijo que un fulano de tal era “más sordo que una tapia”. Y rápido me pregunté: ¿Qué es una tapia? No me pude quedar con la curiosidad y, al buscar en el diccionario, descubrí que una tapia es una pared, un muro. Más sordo que una pared. Claro, porque las paredes no oyen… ¿o sí? Porque en ocasiones decimos que tengamos cuidado al hablar porque “las paredes oyen”, en referencia a que puede haber gente al otro lado del muro que estén escuchando lo que uno dice. Contradicciones del lenguaje…

Es fascinante encontrar las historias detrás de las palabras y las expresiones. Nuestro idioma está lleno de curiosidades. El buscar y descubrir sus orígenes nos ayuda a enamorarnos cada día más del español. Mientras más historias conozcas, más temas de conversación tendrás cuando, en algún momento, te sientes con algún fulano, mengano, zutano y perencejo a pasar un rato agradable.