El inglés, el francés o el portugués tienen 26 letras en sus abecedarios, mientras que el español tiene 27.

La razón: la ñ.

Su historia resulta ser interesante, ya que es una letra que apenas vino a ser incluida en el diccionario de la Real Academia Española a principios del siglo XIX. Sin embargo, el sonido nasal y palatal que tanto utilizamos se remonta a más de 1000 años, cuando el idioma latín evolucionó a lo que hoy son las lenguas romances (español, francés, portugués, italiano, entre otras).

Ya para aquel entonces, los monjes escribanos de la Edad Media, que se pasaban su vida transcribiendo libros como la Biblia, se encontraban con el reto de cómo reproducir en sus pergaminos un sonido nuevo, que no había existido en el latín y, por ende, no tenía una representación gráfica en aquel alfabeto.

Los escribas comenzaron a inventarse métodos para reproducir ese sonido. A partir del siglo IX, cada monje comenzó a utilizar diferentes métodos para escribir, por ejemplo, 'año': algunos escribían una doble ene ('anno'), algunos escribían una ge y una ene ('agno') y otros usaban la ene y la i, seguidas de una vocal ('anio').

De pronto, con el fin de ahorrar tinta, espacio en los pergaminos y tiempo, los escribas se les ocurrió, en vez de escribir la doble ene, escribir una sola ene con otra pequeña ene sobre ella (lo que hoy se conoce como la ‘virgulilla’).

Con el paso del tiempo, fue esta opción la que predominó en los textos, y la eñe comenzó a sustituir las otras opciones (‘nn’, ‘gn’ y ‘ni’). Fue el rey Alfonso X de Castilla, conocido como el Sabio, quien, en el siglo XIII, en su reforma ortográfica, estableció la eñe como la letra que representaría ese sonido en el castellano. Más adelante, en el 1492, Antonio de Nebrija, en su Gramática, la incluyó como la forma preferida de representar ese sonido.

Es interesante, sin embargo, que esta evolución no ocurrió de la misma manera en otras lenguas romances como el portugués, el francés y el italiano, a pesar de que estos tres idiomas cuentan con el sonido nasal y palatal de nuestra eñe. El francés y el italiano, por ejemplo, prefirieron quedarse con la ‘gn’ (Espagne o Espagna, respectivamente, para referirse a España), mientras que el portugués usa la ‘nh’ (Espanha) y el catalán la ‘ny’ (Espanya). No obstante, hay muchísimos otros idiomas, influenciados por el nuestro, que incluyeron la eñe en sus abecedarios (el gallego, el asturiano, el euskera, el filipino y muchos lenguajes indígenas de América, como el quechua, el guaraní y el mixteco). En el caso de las lenguas indígenas, la realidad es que el uso en su escritura es resultado de la imposición de normas ortográficas por parte del imperio español, más que de un proceso evolutivo natural.

A finales de la década de los ochenta y principios de los noventa, cuando las computadoras comenzaron a comercializarse en Europa, hubo una controversia cuando la Comunidad Económica Europea propuso que los teclados no incluyeran esa letra. En el 1993, el gobierno español logró ganar la batalla, y la eñe tuvo su espacio en los teclados.

El escritor colombiano Gabriel García Márquez, en medio de aquella situación, resumió con estas palabras la importancia cultural para los hispanoparlantes de esta icónica letra: “La eñe es un salto cultural de una lengua romance que dejó atrás a las otras al expresar con una sola letra un sonido que en otras lenguas sigue expresándose con dos”.

Mejor no lo pudo haber dicho, nuestro premio Nobel de Literatura...