De pequeño, recuerdo ir a los jardines de un hotel muy famoso en San Juan y maravillarme con aquellas aves esplendorosas que abrían su cola y caminaban de un sitio a otro con su abanico de plumas coloridas.

Mi papá me contaba que a esas aves se les llamaba con el nombre de ‘pavos reales’.

Siempre pensé que el adjetivo ‘real’ tendría algo que ver con la realeza. Ese despliegue de hermosura, que solo mostraba el pavo macho, me hacía pensar en aquellos trajes opulentos y elaborados que veía en las pinturas de los reyes de Francia.

No es hasta hoy que descubro que el adjetivo no tiene nada que ver con la realeza, sino con el concepto de la verdad, de la autenticidad. Y es que el nombre ‘pavo real’ significa… ‘pavo verdadero’.

¿Por qué? ¿Es que existe, acaso, un pavo que sea de mentira?

Pues, tal parece que sí.

Los pavos originales, o reales, llegaron a Europa procedentes de Asia muchos años antes del descubrimiento de América. Convivieron en ese continente durante siglos y eran el referente de lo que un pavo debía ser.

Cuando los conquistadores españoles llegaron al continente americano, descubrieron no solamente una gran variedad de tierras y de culturas indígenas, sino que también se toparon con muchos animales que no habían visto en su vida. Entre ellos, en las regiones aztecas, conocieron una especie de gallina domesticada y gorda que tenía algún parecido con los pavos del viejo continente. Así pues, a ese animal le llamaron pavo, a pesar de que no lo era en realidad.

Al igual que hacían con otros animales, los conquistadores regresaban a España con muestras de lo que habían encontrado en el nuevo mundo. En la segunda década del siglo XVI, los españoles llevaron en sus barcos algunos de estos pavos americanos y, como era de esperarse, comenzaron las confusiones entre los habitantes europeos. La manera en que la población diferenciaba al pavo original del americano era añadiendo el término ‘real’ al auténtico. Los otros se llamaron, simplemente, pavos.

De España, el pavo americano se propagó por Europa y, en cada lugar, le ponían un nombre diferente. En Francia, por ejemplo, le llamaron ‘dinde’, que viene de ‘coq d’inde’, que significa “gallina de la India”, en referencia a la creencia original de que el nuevo mundo era parte de la India. Con el tiempo, los franceses le quitaron el nombre de ‘gallina’ a esta ave y se quedaron solo con el término ‘de la india’ (‘dinde’). En el caso del inglés, se le llamó ‘turkey’ en referencia a la gallina de Guinea que era importada a Europa a través de Turquía.

Así que, ya lo sabes: cuando vuelvas a ver a estos pájaros exóticos andar con ese porte elegante y majestuoso, con su trasero emplumado y fantástico, estarás en presencia del pavo real, original y verdadero (desde la perspectiva de los europeos, claro está).

Gotitas del saber…