Encontrar la historia detrás de las palabras que usamos a diario siempre ha sido una fascinación en mi vida. ¿Por qué equis cosa se llama así y no asao? Tiene que haber una razón, un manantial de donde emanan los términos que decimos hoy día. Cada palabra que usamos tiene una razón de ser, un origen para descubrir.

Así ocurre con los meses del año. En unos días nuestro planeta comienza un nuevo ciclo alrededor del Sol, por lo que vale la pena preguntarse: ¿de dónde vienen los nombres de los 12 meses de nuestro calendario?

Al igual que muchas otras realidades de nuestra cotidianidad, la respuesta está en nuestros antepasados romanos.

En el año 750 antes de Cristo, el fundador y primer rey de Roma, Rómulo, fue quien estableció el antiguo calendario lunar romano, compuesto de solo 10 meses. En aquel entonces, el año comenzaba en marzo y terminaba en diciembre (no existía enero ni febrero).

La mayoría de los primeros cuatro meses de aquel calendario eran dedicados a diversos dioses romanos. Así pues, el mes llamado marzo hacía alusión a Marte, el dios de la guerra. Las campañas bélicas de los romanos solían comenzar en este mes. La historia cuenta que estos antepasados, antes de entrar en batalla, invocaban a Marte para pedirle victoria, y gritaban: “Marte, despierta”.

El mes de abril es el mes de la primavera, cuando las flores suelen “abrirse”. Ante esto, una de las teorías sobre el origen del nombre de este mes es que viene del latín “aperire”, que significa “abrir”. También hay otra teoría de que su nombre está relacionado con la diosa griega de la belleza y del amor, Afrodita.

Por su parte, mayo está dedicado a Maia, la madre del dios Mercurio y diosa de la primavera.

Junio viene de Juno, la diosa del matrimonio y una de las más poderosas del Olimpo. Resulta curioso que, según las estadísticas, uno de los meses preferidos hoy día para casarse es, precisamente, el mes de junio.

Los próximos dos meses (julio y agosto), no solían llamarse de esa manera. Sus nombres originales eran quintilis y sextilis, en referencia al hecho de que representaban el mes quinto y sexto de aquel antiguo calendario. Con el tiempo, cuando Julio César se convierte en rey absoluto de Roma, se le atribuye a él los ajustes al calendario moderno, tal y como lo conocemos en la actualidad, tomando en consideración el ciclo solar. Así pues, en honor al mes de nacimiento de Julio César, se decidió cambiar el nombre del mes quintilis por julio. Luego, su sobrino nieto y futuro emperador romano, Augusto, decidió hacer lo propio con sextilis, que era un mes en que ocurrieron varios eventos importantes durante su mandato. De ahí viene el nuevo nombre al mes que hoy conocemos como agosto. Existe la teoría de que Augusto pidió que se le añadiera un día a su mes para que no tuviera uno menos que el de su tío abuelo, Julio César.

A partir de septiembre hasta diciembre, los nombres de estos meses continúan la secuencia numérica original. Septiembre viene de “septem”, que significa siete. Si contamos desde marzo, ese era el séptimo mes del año. Luego octubre, que viene de “octo”, que significa ocho en latín. Noviembre (sí, lo adivinaste) representa el mes nueve o “novem” en latín. El mes décimo es, por supuesto, diciembre, de “decem” o diez.

Entonces, ¿qué pasó con enero y febrero? Ambos meses surgen como para el año 713 antes de Cristo cuando se decidió añadirle 51 días a un nuevo calendario solar, en vez de lunar. Así nace el mes de enero, dedicado al dios Jano, la divinidad de las puertas, de los principios y los finales. Por lo tanto, representaba el mes de la transición entre un viejo y nuevo año.

Finalmente, el mes de febrero debe su nombre a la palabra del latín “februare”, que hace referencia a un ritual de purificación que se realizaba en esas fechas.

Ahora que conoces los orígenes de los nombres de tu calendario, solo me resta desearte un feliz año nuevo… en buen español.