Mejor ser un guerrero en un jardín
Prepararse no significa vivir con miedo ni estar a la defensiva.

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Este fin de semana estuve conversando con un buen amigo sobre la vida. En un momento dado, él me dijo una frase que se me quedó grabada: “Es mejor ser un guerrero en un jardín que un jardinero en una guerra”.
Al principio sonó como algo sacado de una película, pero mientras más le daba vueltas, más sentido encontraba. Un guerrero en un jardín es alguien preparado, fuerte, disciplinado, que vive en paz. No necesita pelear, pero sabe que, si un día la vida lo reta, tiene las herramientas para enfrentarse a la tormenta.
En cambio, un jardinero en una guerra es alguien que jamás se entrenó para la dificultad, y cuando esta llega, lo sorprende sin armas ni defensas. Dicho de otra manera: más vale estar preparado y no necesitarlo, que necesitar estar preparado y no estarlo.
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La vida, aunque la planifiquemos con detalle, tiene la costumbre de ponernos pruebas que no vimos venir. Un diagnóstico médico, una ruptura, una crisis económica, la muerte de un ser querido.
Ninguno de nosotros está exento. Y es en esos momentos cuando descubrimos si habíamos cultivado nuestra fuerza interior o si simplemente estábamos confiando en que “todo iba a estar bien”.
Pienso en la salud, por ejemplo. El que cuida su cuerpo con ejercicio, buena alimentación y descanso, quizás nunca tenga que enfrentarse a una enfermedad grave. Pero si un día llega, tendrá más fuerza para combatirla. Es el guerrero que disfruta del jardín, pero que no se ha olvidado de entrenar. En cambio, quien vive descuidando su bienestar, confiado en que nunca se enfermará, corre el riesgo de convertirse en el jardinero en medio de la guerra.
Lo mismo pasa en las relaciones. Una persona que trabaja en su autoestima, en su manera de comunicarse y en su inteligencia emocional, está más lista para enfrentar una crisis de pareja o un conflicto familiar. Puede que no necesite esas herramientas todos los días, pero cuando aparecen el desacuerdo o la pérdida, sabrá sostenerse. Quien nunca cultivó esas destrezas emocionales será arrastrado fácilmente por la tormenta.
También en las finanzas. A veces creemos que ahorrar o planificarse económicamente es innecesario si “todo está bien”. Pero el que guarda un fondo de emergencia, el que estudia cómo manejar sus recursos, vive tranquilo: disfruta del jardín de la abundancia, pero está listo para la guerra de la crisis. Quien no lo hace, cuando llegan los imprevistos, se encuentra sin defensa.
Prepararse no significa vivir con miedo ni estar a la defensiva. Significa que, cuando llegue el momento de la prueba, tengamos la fortaleza para atravesarlo sin quebrarnos. Y esa fortaleza se construye en la calma, no en la tormenta. Es en el jardín donde se entrena el guerrero.
Lo paradójico de todo esto es que, mientras más preparado estás, más paz disfrutas. El guerrero puede sentarse a contemplar las flores con serenidad, porque sabe que, si la guerra llega, estará listo. El jardinero, en cambio, vive con la angustia de que lo sorprenda una batalla para la que nunca entrenó.
Por eso me gusta tanto esa frase. Nos recuerda que la vida es impredecible, que lo único seguro es que habrá retos, y que nuestra mejor inversión es en nosotros mismos: en nuestro cuerpo, en nuestra mente, en nuestras emociones, en nuestras relaciones, en nuestra capacidad de adaptarnos.
Mi mamá decía: “Desea lo mejor, pero prepárate para lo peor”. Y cuando llegue lo peor, que nos encuentre en el jardín, disfrutando de la paz, pero con la certeza de que estamos listos para la guerra...
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Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
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