¡Qué difícil se nos hace a veces decir que no!

En mis viajes a España, siempre me ha llamado la atención la manera directa en que los españoles dicen que no cuando algo no les gusta. No tienen pelos en la lengua al momento de decir que no. Lo dicen y siguen su camino.

Aquí, nosotros, solemos dorarle la píldora a los demás (por cierto, la expresión ‘dorar la píldora’, en referencia a suavizar alguna expresión, viene de la costumbre antigua de disimular el sabor amargo de las píldoras recubriéndolas con una capa dulce). Se nos hace difícil decirle un ‘no’ tajante a otra persona y recurrimos a formas más dulces de decir las cosas. Recuerdo, por ejemplo, en la época en que yo iba en búsqueda de auspicios para algunos eventos que producía, que por lo general nunca me decían que no cuando hacía una presentación ante una empresa; al contrario, siempre parecían estar muy entusiasmados con las ideas y, frente a mí, decían que sí a la propuesta. Luego de que me iba, era imposible lograr que alguno me contestara una llamada o un correo electrónico. ¿Por qué no me decían que no, de una vez, y así evitábamos los seguimientos y la pérdida de tiempo? Pienso que es un asunto cultural basado en nuestro deseo de no hacer sentir mal al otro. Proviene de un sentimiento bueno, pero a veces es mejor un ‘no’ rotundo que un ‘no’ que llega por cuentagotas.

Con los años, he aprendido a entender este aspecto de nuestra idiosincrasia y a leer mejor los ‘no’ detrás de los aparentes ‘sí’. Evito, hoy día, entusiasmarme por el primer ‘sí’ que escuche.

Por ejemplo, recuerdo mi época ingenua en que solicitaba trabajo y recibía, a cambio, respuestas muy educadas que me llenaban de esperanza…

“Gracias por su interés y disponibilidad. Guardaremos su currículum vitae en nuestros archivos y, de surgir alguna oportunidad, nos estaremos comunicando con usted”.

En otras palabras, “no me llames, yo te llamo… siéntate a esperar”.

¿Por qué no me decían, directamente, “usted no cumple con nuestros criterios de selección, por lo cual no estaremos considerando su solicitud de empleo”? Duele al principio, pero por lo menos no crea falsas expectativas.

Si te causa dificultad expresar esa palabra de dos letras, comparto contigo una diversidad de opciones que tienes para decir que ‘no’ cuando sea necesario.

¿Me puedes dar un aumento de sueldo?

-De ninguna manera.

¿Te gusta como me queda este traje?

-En lo absoluto.

¿Puedes decirle a mi madre que nos acompañe al viaje?

-Bajo ningún concepto.

¿Vas a votar en estas elecciones?

-Qué va.

¿Me prestas $500?

-Nacarile del oriente.

¿Saldrías conmigo al cine?

-Ni pensarlo.

¿Quieres casarte conmigo?

-Ni lo sueñes.

¿Me prestas tus herramientas?

-Sigue soñando.

¿Te montarías en esa montaña rusa?

-Jamás.

¿Puedo darte un beso?

-Ni se te ocurra.

¿Me dejas guiar tu carro?

-Por encima de mi cadáver.

¿Quieres otra copa de vino?

-Paso.

¡Ve a tu cuarto a estudiar!

-No me da la gana.

La realidad es que hay muchísimas maneras de decir que no. No le tengamos miedo a expresar nuestras negativas. Al final, la gente prefiere un ‘no’ sincero que un ‘deja ver’ ambiguo. Apreciamos más la transparencia que el intento de suavizar una negativa con rodeos y faltas de claridad.

Aprendamos a decir que no…