La convivencia del español con el inglés y su influencia en nuestro hablar cotidiano es una realidad de la cual no podemos escapar. Es casi imposible escuchar a una persona hablar en español sin que inserte alguna que otra palabra anglosajona.

Así son los idiomas. El español culto que hablamos hoy día es, al fin y al cabo, una mezcla de otros idiomas que han tenido una influencia en nuestra cultura con el pasar del tiempo. Nuestra lengua tiene sabores árabes, franceses, griegos, latinos, africanos, taínos y sigue sumando.

En esta era en que vivimos, en que el inglés es el idioma universal de la tecnología, el turismo y los negocios, no es de extrañar que su influencia sea bien marcada. Puerto Rico, ante su contexto político, está aún más expuesto a estos anglicismos, los cuales se difunden con rapidez a través del Cable TV, los Netflix, Hulu y Amazon Prime de la vida y, por supuesto, la Internet y sus redes sociales.

Piensa en cómo hablamos, en los términos que utilizamos a diario en nuestras conversaciones. De forma inconsciente, incluimos palabras del inglés en nuestras oraciones. ¿Por qué? Puede haber muchas razones, pero la principal, diría yo, tiene que ver con que ya forman parte de nuestro dialecto, de nuestro acuerdo colectivo de cómo se nombran las cosas.

Así pasó con ‘emparedado’ y ‘sándwich’. Ya, hoy día, se nos hace difícil decir la primera, por lo cual la segunda se ha fundido en nuestra lengua y aparece, desde hace ya un tiempo, reconocida como una palabra españolizada (con la ortografía nuestra, por supuesto, con todo y tilde). En esa línea culinaria, en Puerto Rico también decimos ‘hamburger’ y no ‘hamburguesa’, ‘hot dog’ y no ‘perro caliente’, ‘pop-corn’ y no ‘palomitas de maíz’.

¿Cuántas palabras decimos así? Son más de las que, posiblemente, te has percatado.

Si vives en el último piso de un condominio, habitas en el ‘penthouse’.

Las camisetas son ‘T-shirts’, y sus ‘sizes’ son ‘large’, ‘medium’ o ‘small’.

En los ‘guesthouses’, haces el ‘check-in’ y el ‘check-out’ en el ‘counter’ del ‘lobby’.

En la ‘high school’, te gradúas cuando eres ‘senior’, siempre y cuando el ‘mister’ o la ‘missis’ no te hayan colgado.

Luego de ‘party’, viene el ‘hangover’.

Por la mañana, te comes el ‘cornflakes’ y el ‘pancake’.

Los ‘teenagers’ prefieren decir ‘so’ que ‘por lo tanto’.

Todos los años verificas tu ‘budget’ y pagas el ‘income tax’.

En el ‘béisbol’ te dan tres ‘strikes’ y estás ‘out’.

En el ‘gym’ te atiende el ‘trainer’ y te ayuda con los ‘dumbells’.

Aprovechas el servicio de ‘valet parking’ y sacas tu ‘wallet’ para pagarle ‘cash’ al empleado.

Tu carne la prefieres ‘well-done’ y nunca ‘rare’.

Al comprar la casa, la ‘realtor’ te calcula el ‘down-payment’ que debes darle al banco.

Pones los ‘memos’ de la urbanización en el ‘bulletin-board’.

En los ‘department stores’ hay empleados ‘partimers’ y ‘fulltimers’.

Los ‘brochures’ y los ‘billboards’ te ayudan a promocionar tu negocio.

En los ‘weekends’ te vas al ‘beauty’ y dejas al nene con la ‘baby-sitter’.

Los carros tienen ‘wipers’, ‘mufflers’ y ‘bumpers’.

Y si todo esto te da ‘rash’, pues ‘relax’…

Mi postura es que, en la medida en que se puedan utilizar los términos en español en vez de los de inglés, mejor. Trato de decir ‘interruptor’ en vez de ‘switch’, ‘etiqueta’ en vez de ‘label’ y ‘cremallera’ en vez de ‘zipper’.

Pero tampoco puedo cantarme de purista y no confesar que, a menudo, busco los documentos en el ‘file’ y no en el ‘archivo’.

Con este tema, ¿habrá que conformarnos con un ‘happy-medium’?