El puertorriqueño habla con diminutivos; es uno de los rasgos de nuestra forma de comunicarnos.

“Oye, negrito: ¿me haces un favorcito?  ¿Me prestas 20 pesitos para resolver un problemita que tengo con mi abuelita?”

Somos así.

En nuestra cultura, el diminutivo puede tener varios usos muy prácticos y cotidianos.

El primero, y tal vez el más usado, sirve para restarle importancia a algo que queremos pedirle a otra persona.  Nos sirve como una herramienta de persuasión.  No es lo mismo decir “¿Me ayudas a cargar esa caja?” que “Oye, ¿me das una mano con esa cajita?”.   Con la segunda versión, aparentaría ser que la caja pesa menos.  Las probabilidades de que nos ayuden son mayores.

El diminutivo también se utiliza para denotar modestia o humildad.  “Sí, compuse una cancioncita ahí que parece que a la gente le ha gustado”.   Puede que la canción sea un éxito mundial, pero no parecemos arrogantes ni pretenciosos si le restamos importancia con el uso del diminutivo.

Otro uso muy común del diminutivo, que utilizamos a diario los puertorriqueños, es el que nos permite decirle una verdad potencialmente ofensiva a alguien sin que suene tan mal.  Por ejemplo: “Has cogido unas libritas de más en estos últimos meses”, o “estás más gordito”, o “tienes que bajar esa barriguita”.  Una persona no será tan fea si decimos que es ‘feíta’.  Con ese diminutivo nos la imaginamos, incluso, más mona…  Algo parecido pasa con el término ‘viejo’: si dices “mi suegra está viejita” pensamos en una señora cariñosa y tierna, pero si dices “mi suegra está vieja”, ahí la imagen mental no es tan favorable.  

Usamos el diminutivo para expresar cariño y afecto.  “Mamita, te quiero mucho” o “Eres mi bebecito lindo” le dan un extra qué se yo a la expresión de amor.  

Otro de los usos que le damos al diminutivo en Puerto Rico es para expresar nostalgia.  “Me hacen falta mi casita y mi terruñito”.  La expresión adquiere un mayor nivel de añoranza cuando se le añade el -ita o el -ito.

Por otro lado, no siempre el uso del diminutivo se relaciona con lo lindo y lo tierno. En ocasiones, es todo lo contrario. Puede servir, incluso, para expresar un cierto grado de desprecio: “Por ahí vienes con otro de tus chistecitos mongos. A la verdad que eres un sinvergüencita”.

En Puerto Rico usamos, principalmente, el -ito y el -ita para el diminutivo.  También usamos, aunque menos frecuente, el -illo e ‘illa’.  Por ejemplo, solemos decir “Me voy a tomar un cursillo de inglés en la universidad”. 

En otros países se usan otras terminaciones.  En Cuba, por ejemplo, utilizan a menudo el sufijo -ico e -ica.  “Óyeme, chiquitica”, es una expresión muy cubana.  

Los catalanes, por su parte, suelen completar sus diminutivos con la terminación -eta. Muchas de esas palabras del catalán han pasado al castellano y las usamos hoy día con frecuencia.  Por ejemplo, la moneda ‘peseta’ es un diminutivo catalán de ‘peso’.  En España, antes, la moneda eran el peso y la peseta.  De ahí viene que nosotros, en Puerto Rico, le digamos ‘peso’ al dólar y ‘peseta’ a la moneda estadounidense de 25 centavos.  Es una herencia de cómo le llamábamos a las monedas españolas en Puerto Rico antes del cambio de soberanía.

En fin, los puertorriqueños reflejamos nuestra hermosa cultura de varias formas a través de nuestro lenguaje.  Una de ellas es, sin duda alguna, nuestro marcado y constante uso del diminutivo.  Haz la prueba hoy y escucha a la gente hablar… te darás cuenta de que es una marca de nuestra idiosincrasia.

Hasta lueguito…