Statu quo, ad honorem y blablablá
Son muchos los usos incorrectos e innecesarios de los latinismos crudos en medio de nuestras conversaciones y textos en español.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Me dan gracia los fenómenos vivientes que quieren parecer cultos e intelectuales.
Se reúnen entre otros de su misma calaña, y se forma el ‘toma y dame’ para ver quién de entre ellos es el más sofisticado.
¿Qué más fino y elegante puede ser que soltar, como quien no quiere la cosa, alguno que otro latinismo crudo? Cuando hablo de latinismo crudo, me refiero a palabras del latín que no han sido españolizadas y que se insertan en medio de algunos textos y conversaciones.
¡Ah, eso sí que los hará lucir como unos verdaderos eruditos!
Imagínate una reunión entre dos genios de la verborrea, sentados con su copa de vino en mano y su dedo meñique alzado, en una competencia no declarada de quién conoce más palabras provenientes de aquella y lejana lengua muerta de la que todos somos hijos…
-¿Quién se habrá tomado todo el vino?
-‘Mea culpa’.
-¡Ja! ¿Ese siempre es tu ‘modus operandi’?
-Bueno, no me arrepiento y lo digo a ‘viva voce’.
-Sí, pero ‘a priori’ te habías tomado ya otra botella. A la verdad que tú bebes ‘ad nauseam’.
-Bueno, ‘carpe diem’… ¡vive el momento!
-Yo diría que ese es, ‘a grosso modo’, tu forma de ver la vida.
-Espero que esto no te lleve a considerarme persona ‘non grata’ en tu casa de ahora en adelante.
-¡Ja! ¡Claro que no! Eres bienvenido aquí ‘per secula seculorum’.
-¡Ja, ja!
Parece exagerado, pero conozco quienes se comunican de esa manera.
Y es, a mi parecer, ridículo… sobre todo cuando ni siquiera saben pronunciar muchos de esos latinismos de forma correcta.
Por ejemplo, a menudo escucho a alguien hablar del ‘estatus quo’, para referirse, en buen español, al orden establecido o al estado de las cosas. Bueno, pues en latín no se dice, ni se escribe, ‘estatus quo’, sino ‘statu quo’.
Otro que se suele decir incorrectamente, pero pronunciado con un aire de sofisticación y elegancia, es el latinismo crudo ‘motu proprio’. Esta expresión pudiese muy bien utilizarse con palabras en castellano como ‘voluntariamente’ o ‘por propia iniciativa’. Pero no, algunos quieren sonar inteligentes y se obstinan en usar el término del latín, aunque lo digan mal. Sí, porque lo que suelen decir no es ‘motu proprio’, sino ‘motu propio’, sin la segunda erre. Tampoco se debe decir ‘por motu proprio’, porque ya la expresión en latín incluye en sí misma la preposición.
Algo parecido sucede con ‘grosso modo’. Esta expresión, que muy bien podría decirse en español como ‘de un modo aproximado’ o ‘sin entrar en detalles’, se suele decir de manera incorrecta precedida de la preposición ‘a’, que no la lleva. Y cuando se escribe, ‘grosso’ es con dos eses, no una.
Otra que escucho a menudo es ‘alma mater’. En latín, ‘alma mater’ significa, literalmente, madre nutricia, la madre que nutre, y se refiere a las universidades porque estas nutren el alma y el intelecto con sabiduría. Bueno, pues si en vez de escribir, por ejemplo, que Sagrado Corazón es tu universidad, prefieres declarar que es tu ‘alma mater’, no debes acentuar la palabra ‘mater’ (las palabras que se transfieren de un lenguaje a otro mantienen su ortografía original, no cambian a la del idioma que invaden), y tampoco debe ser precedido por el artículo ‘el’, porque alma es un adjetivo femenino y, por ende, debe haber concordancia entre el artículo y el adjetivo (‘la alma mater’). Observen que si el artículo precede a un sustantivo que comienza con ‘a’ tónica, ahí sí se debe escribir en masculino (‘el alma’, ‘el agua’).
En fin, son muchos los usos incorrectos e innecesarios de los latinismos crudos en medio de nuestras conversaciones y textos en español. Si existen palabras que describen lo mismo en nuestro idioma, usemos esas y no las otras.
‘Tu quoque, fili mi’ (tú también, hijo mío).
Exdecano y profesor de la Escuela de Comunicación Ferré Rangel de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador del movimiento En Buen Español. Experto en comunicación y amante del lenguaje. Conferenciante internacional sobre temas relacionados con el poder de la palabra. Autor del libro 'Habla y redacta en buen español' (2011) y 'En buen español: El libro de las curiosidades de nuestro idioma" (2020). Apasionado de la historia, la educación, la fotografía y el mar. Esposo de Mirté y padre de Sebastián, Alejandro, Mauricio y Mariana (y del perrito Muni Cipio).
En buen español
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