En la medida que pasa el tiempo, más aprendemos a reinventarnos y para muestra ¡con un verano y dos hijas basta! Amo estar con mis hijas y cada momento con ellas es un reto y si están juntas ¡ni les cuento! Hablemos de la diferencia de edades…

Recuerdo claramente cuando quedé embarazada de Valentina.  Muchas mujeres me decían, y cito: “nena, ¡estás loca!, después de ocho años cómo te pones a parir”.  Otra: “prepárate, ¡qué error! la diferencia de edad te volverá loca”.  Tres pasos más adelante me encontraba con otra motivadora: “chica, no debiste esperar tanto, ahora sabrás lo que es bueno”. ¡Ay santo! Así de indiscretos somos y creemos que nos la sabemos todas (jajaja).

En aquel momento era como un baño de agua fría cada una de las dichosas indiscreciones (las cuales no niego, me ponían a pensar), pero, como siempre, siendo más positiva que la prueba de embarazo misma, me consolaba la gran felicidad que significaba traer un hijo al mundo y lo mucho que lo deseaba. Así que, imaginarme lo que conllevaba la supuesta locura, me hacía emocionarme más.

Durante los pasados siete años (desde que nació Valentina) me he dedicado a disfrutarme y percatarme de todos y cada uno de los detalles del crecimiento entre ambas muchachas.  Mientras las veía crecer, seguía preguntándome dónde estaba la supuesta locura que había cometido y dónde era que tenía que estar fuerte para bregar con lo que se me venía encima con la diferencia de edades.

A través del tiempo he descubierto que no estaba loca, pero que ahora sí lo estoy, pero ¡loca de amor!  Estoy convencida que ocho años después de Valeria era el tiempo perfecto para las tres. Claro que aprendí lo que es bueno, ¡si estoy moldeando dos mujeres de bien para el futuro! Si vieran como se cuidan una a  la otra y como se aman con locura… Nada es más tierno que escuchar a Valentina tocarle la puerta del cuarto a Valeria (con frisa en mano) para rogarle que la deje dormir con ella. Valeria trata de hacerse la fuerte para decirle que no, pero termina por derretirse y claudicar ante la carita de su minihermana.

En estos meses libres de escuela escucharlas discutir no tiene precio. Ver a la menor a escondidas, acabando con todos los maquillajes de la grande es una premonición de lo que se avecina muy pronto. Cuando su querida Tata (Valeria) se de cuenta, ahí comienzan los gritos y súplicas que me matan de la risa: “Maaaamiiii, por favor,  ¡sácala del cuarto!” mientras yo me hago la boba para que aprendan a resolver entre hermanas. Pero, basta con ver a Valentina en algún riesgo para presenciar el instinto de amor y protección de Valeria corriendo a su rescate.

Es una maravilla lo que vivo con dos hermosas hijas de 15 y 7 años.  No hay edades ni tiempos perfectos para procrear la familia. Las cosas son cuando son, porque todo en la vida tiene un propósito. Ya han pasado siete años, y ya yo tengo 40 años… ¿Estaré en lo correcto si busco el tercero?

Mmmm… creo que seguiré pensándolo por un tiempo más… A lo mejor me quedo en eso; ¡solo pensándolo! ¡Que viva la creación y la procreación!  ¡Qué bendición son los hijos! Traigamos hijos al mundo con seguridad de que serán y nos harán felices por encima de lo que sea. ¡Dios es perfecto y su tiempo es perfecto!

A través del tiempo he descubierto que no estaba loca, pero que ahora sí lo estoy, pero ¡loca de amor!  Estoy convencida que ocho años después de Valeria era el tiempo perfecto para las tres.