Relatos de independencia femenina
¿Con cuál de las mujeres de esta historia te identificas tú?

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 8 años.
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En ocasiones, vale más la pena escuchar y no hablar. El otro día, un grupo de mujeres estábamos reunidas y todas con historias de vida y amor muy diferentes.
Inmediatamente, me di cuenta, hice silencio y me dediqué a observar y a escucharlas.
Encontré un factor común entre ellas que denota un futuro de mucha más independencia femenina, lo que me obliga a preguntarme: ¿dónde ha quedado el amor y la composición familiar?
Una de ellas nunca se ha casado. Es una mujer de 40 años, trabajadora, guapa, madre de dos jóvenes de 15 y 19 años. Muy arisca a los compromisos con los hombres, pero disfruta de seducirlos y gustarles.
Cuando los tiene de su lado ya rendidos y dispuestos a una relación, ese es el preciso momento que ella escoge para desaparecer. ¿Quién la entiende? Lo único que la vuelve loca es tener a ese hombre en el bolsillo.
Ese, que solo le presta atención cuando necesita o cuando hay algo por negociar. Complejo y extraño su caso, pero cierto.
Otra chica, trabajadora guapísima y súper responsable hasta decir basta. Madre amorosa y tierna.
Independiente económicamente de los hombres, no necesita de ellos para vivir. Su ex la abandonó por otra y todavía ella se pregunta en que falló. Ahora, tiene mucho miedo en darle la oportunidad a otra persona que entre a su corazón. Al parecer, la búsqueda de la perfección, también molesta en la relaciones.
La siguiente chica, muy clásica: el orden de los hechos y las costumbres dirigen su vida.
Trabajar, ser madre, cumplir con el rol de la casa, atender el marido, los hijos y la familia extendida es su seguridad.
Esto es lo que la hace verdaderamente feliz y completa. Ha perdonado infidelidades poniendo siempre a su familia primero. A su edad, cree en el perdón pues ya no se trata de amor si no de costumbre, seguridad y estabilidad.
¡Y que les digo de la garbanzo! Siempre perdida en el espacio sideral.
Su interés por los temas de la situación del país no existe en su gama de pensamientos. Su trabajo más difícil es llevar y recoger los niños a la escuela, ir al gym y visitar las tiendas por departamento en días específicos para ser la primera en comprar las marcas a menor precio.
Vida dura y difícil, según ella. En cuanto al amor, -bien gracias- es más la costumbre y el entendimiento de que si su esposo no está, es que esta trabajando.
“Bendito, el pobre trabaja mucho, pero igual, nos vamos de vacaciones a Dubái el mes próximo y ahí descansará”, nos cuenta.
La viuda, por su parte, descubrió que la soledad duele cuanto tú quieras, que aquello de asumir más responsabilidades de las que una vez tuvo, es cosa de bobas.
A esta etapa, planchar, lavar, cocinar y rendir explicaciones, es cosa del pasado. Prefiere estar sola que obligadamente comprometida a cumplir con un hombre. Para ella, el amor no es obligación, solo quiere que la lleven a vivir los extremos que nunca conoció mientras cumplió como mujer y esposa.
La más joven, apenas de 26 años, no cree en compromisos ni responsabilidades. Su actitud es de “Conmigo no. Que se busque quien le lave y le planche. A mí, que me lleve a pasear, que yo me encargo de que la pase bien. Si total, ¡le doy lo que le gusta! Si se pone muy romántico, lo dejo, eso es pa' casarse, lo mejor es yo en mi casa y él, en la suya. ¡Ah!, y si es casado que no deje la mujer, si la deja, le pierdo el interés”, dice quien a mi entender, botó la bola. Muy linda, pero su forma de expresarse la delata.
Si les sigo contando, no termino hoy. Lo que sí les puedo decir es que a todas las respeto. Cada una ha desarrollado un mecanismo de defensa para sobrevivir.
Lo cierto es que los hombres lo saben y muchas veces lo ignoran.
Algunos por ciegos, otros por conveniencia. Cada cabeza es un mundo, cada necesidad tiene su propio remedio, así como cada enfermedad su medicina. ¿Con cuál de ellas te identificas tú?