¡Se acabó el mambo! A descansar de hacer tareas, proyectos, preparar loncheras, ropa para la escuela y todo lo que envuelve el año escolar.

Para los padres puede ser un gran alivio. Digo puede ser, porque con la llegada de las vacaciones viene otra rutina, ya sea porque van para campamento, o como en mi caso, para el campamento de abuelita Rosa (mi mamá).

Pero para muchos niños, aunque el verano es sinónimo de diversión, despegarse de sus maestros, es un proceso que les genera tristeza, es una pérdida y recuerdan cada vivencia del año escolar con nostalgia. Resulta que en casa tengo un caso así. Mi hija mayor, Shammy, está contenta porque va a descansar de la carga escolar, pero a la misma vez se lamenta porque con el paso a tercer grado, deja a sus amadas maestra Janet y Linda.

Le he explicado que lo mismo sucedió el año pasado cuando dejó primer grado y a su adorado maestro Francisco, y que cada año escolar trae sus experiencias lindas, divertidas y también trabajo duro porque hay que ser realista. Aprovecho para fomentarle que cada etapa de la vida hay que disfrutarla porque cuando pasan, tiene que quedar la satisfacción de que la viviste al máximo.

Veía venir esta situación, primero, porque ella es muy sentimental y segundo porque de verdad que esos nenes han gozado con ese dúo de maestras. Ellas siempre tienen un embeleco para complementar cada tema que van a discutir en el salón.

No olvido una vez que fui a pagar la mensualidad del colegio y de repente escucho unos tambores. Cuando pregunté, me dijeron que en segundo grado tenían tremendo rumbón porque en el tema de los taínos, del descubrimiento y de la herencia, estaban hablando de los instrumentos musicales de nuestros ancestros y los niños estaban tocando música y aprendiendo sobre cada instrumento. Durante ese tiempo hasta comieron casabe. Y ni hablar de los Photobooth que montan según la época del año.

Como ellas, muchos maestros impactan la vida de nuestros hijos. El poder que un maestro tiene sobre un alumno es impresionante, es una relación especial. Y los buenos maestros son los que dejan huellas en la vida de sus estudiantes. Haga memoria y verá que siempre hay un maestro que recordamos con mucho cariño. Por eso creo fielmente que los padres y los maestros deben formar un equipo. Después de todo, ambas partes trabajan desde distintos escenarios por el bienestar de los niños.

Mientras, mis otras dos hijas, Ilé y Gi, están contentas porque llega el verano y van para casa de abuelita todos los días, pero me han dicho que extrañarán a sus amigos y a sus maestros, Francisco, Liana, Ana y Yamaira, que tampoco se quedan atrás en lo embelequeros. 

Así que maestros: gracias por todo. A los padres: aprovechemos el “descanso” que ya mismo nos tenemos que adentrar a la aventura de comprar libros, materiales escolares, ropa y uniformes, según el caso, y en un abrir y cerrar de ojos volvemos a la misma rutina de loncheras, tareas, proyectos y los más importante: de vivencias que se quedarán en el recuerdo de nuestros hijos por siempre.

¡A disfrutar el verano!