Ayer fui a una tienda de ropa de niños y me topé con una nena, de unos siete años, que le reclamaba a su mamá, con una actitud fuerte, que no tenía derecho “ni a escoger una trapo de camisa”.

La mamá le dijo que no iba a comprar la camisa que ella quería  porque “no vas a andar con la barriga por fuera”. La chica cruzó los brazos, le cambió la cara y se arrinconó en lo que la madre pagaba.

La actitud firme de la señora me hizo reflexionar en que en mi época las cosas se hacían así. Pero, ¿y ahora?  ¿Cuántos padres le hacen frente a sus hijos cuando quieren vestir como adultos? Algunos les de igual, otros están muy pendientes de lo que se ponen y también están los extremistas, aquellos que quieren que las nenas vistan como monjas y los nenes como monjes. Aclaro que es una comparación, antes de que algún religioso se ofenda.

Se debe mantener un balance, hay que vivir cada edad, cada etapa de la vida, como debe ser. Bien dicen que todo llega a su tiempo. Y así es.

Los adultos, en especial los padres, somos el ejemplo a seguir, el patrón que quieren copiar. Pero la obsesión por estar “a la moda” es tan grande que en ocasiones llegas a una tienda de ropa de niños y parece que el inventario es para adultos en miniatura. Señores, hay modas para niños.

Me consta que el tema puede generar malestar en algunas personas, esa no es mi intención, en especial en aquellas que son criticadas porque le permiten al nene una pantalla y un rabito y a la nena la barriguita por fuera o la faldita corta. Lo que quiero es que medir cómo estamos y cuántos creen que es importante establecer límites en cuanto a la vestimenta de los niños. Se preguntarán ¿para qué?, ¿estará haciendo un estudio científico? Pues no, sólo quiero “palpar” cuánto han cambiado los estilos de los padres.

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