El trabajo más complicado del mundo, el que más exigencias requiere y el que los objetivos por alcanzar son altísimos, lo tenemos las madres y los padres. Si usted no pertenece al grupo jamás lo comprenderá. Podrá creer que nos entiende, pero no es así.

Los hijos son una bendición y una gran responsabilidad, llegan al mundo con un propósito y a los padres tenemos el deber de guiarlos para alcanzarlo. Es una tarea ardua y complicada, pero es nuestra responsabilidad.

En ese proceso de crianza, vivimos emociones que nos hacen sentir que estamos a bordo de una montaña rusa, con altas y bajas. En mi caso, que tengo tres hijas, he sentido que el tiempo no alcanza para hacer algunas cosas. Que hay momentos de mucho ajetreo, pero estoy consciente de que el tiempo vuela y luego extrañaré estos días.

Si tuviera la oportunidad de apretar un botón para que crecieran rápido y pudiera bajar un poco el trajín que tenemos mi esposo y yo con ellas, no lo tocaría. ¿Por qué? Porque estoy segura de que me arrepentiría al instante. Basta con mirar las fotos de cuando eran pequeñas y desear poder viajar al pasado unos segundos para cargarlas, lactarlas, olerles el cuellito, tocarle la barbilla para provocar una sonrisa o sacudir la melena para que se rían a carcajadas. 

Al ajoro de la vida y la cantidad de emociones que tenemos a diario, no podemos permitirles que nos roben la emoción de vivir, de convivir con ellos, de ayudarlos a crecer, de ser su apoyo cuando nos necesitan, de siempre estar ahí para ellos. Eso es más valioso que lo material, de hecho, son los recuerdos que tendrán en la adultez sobre su infancia. El día que mami hizo esto, el día que papi me acompañó a tal lugar. Se trata de crear memorias. Cuando siento que me estoy agobiando, me ha funcionado cuestionarme: ¿y si mañana no estoy? ¿Qué quiero que recuerden de mí? Y como estas, otras muchas otras interrogantes.

Comparto esto porque solo los padres conocemos lo que implica tener un hijo, y a veces nos dejamos envolver por el ajetreo de la vida y nos olvidamos de lo esencial: vivir.

Por eso te invito a que abraces a tu hijo, no te canses de decirle lo que sientes por él o ella, escúchalo, ámalo como es, hazlo sentir que es importante en tu vida. Y si sientes que no puedes más, busca ayuda porque nuestro trabajo como padres, como maestros, no es fácil y a veces se necesita apoyo.