Los fines de semana, especialmente en pandemia, nos han empujado a mantenernos en la casa. Además de aumentar la frecuente visita a la nevera, esto ha permitido que tengamos más tiempo para crear, inventar nuevas formas de hacer las cosas y claro, ver seguidamente Amazon Prime o Netflix. Recuerdo hace unos años haber visto el documental Awake, de la vida del maestro espiritual Paramahansa Yogananda. Un yogui iluminado que vino al oeste a compartir sus enseñanzas, especialmente la realización del ser. Ciertamente también vivió controversias, las cuales para este escrito no son importantes porque recordemos que perfecto no es nadie.

Ayer se dio causalmente la oportunidad de verlo otra vez. Curiosamente, me di cuenta de no ser la misma persona que lo vio hace unos años. Mucho ha pasado; pandemia, la muerte de mi padre, mudanza, milagros inesperados, y ahora, otra prueba que agita mi mente y corazón. Entre repetidas lecciones como los beneficios físicos, mentales y emocionales de la práctica consistente de la meditación, esta vez me habló de cerca la importancia de vivir en coherencia. De no confundir entre tener algo muy claro en la mente (casi como llevar las respuestas correctas debajo de la manga) y vivir en acción lo que se aprende o lo que se sabe que viene de nuestra impecable conciencia. Qué buen reto nos presenta la vida y Dios al recordarnos que si lo dejamos todo al libre albedrío podríamos estar creando consecuencias que no hubiéramos querido vivir. Mientras que, si nos hacemos responsables de nuestra existencia y tomamos decisiones basadas en el camino que deseamos construir, la historia que se vive se parece a la de nuestros sueños.

Cuando llevamos los conocimientos y las prácticas benévolas a la acción, ciertamente le damos permiso al espíritu y nuestra conciencia a manifestarse, permitiéndole al ego a que no se nutra de nuestra luz, reaccionando sin prudencia. El amor que le tenía Yogananda a sus discípulos y a todos, tal como expresa en el documental, es inspirador, y me invitó nuevamente a ser diligente en actuar desde ahí, hasta en la acción de fregar los platos.

El talento mayor que tenemos es el amor, así lo he podido compartir con las personas, cuando todavía se daban los talleres grupales. Sí, el amor. ¿Y qué es eso? Creo que de manera práctica, usar nuestra conciencia en cada acción y no para filosofar o reflexionar, y menos para señalar lo que otros no están haciendo bien ante nuestros ojos. Fácil no es, ciertamente hay momentos que entre la rapidez con la que vivimos y la información emocional que nos guardamos, es posible que el reto se sienta mayor y más difícil. Sin embargo, nadie nos prometió que evolucionar sería un paseo entre flores y solo calma.

La conciencia es la propiedad del espíritu humano, el conocimiento reflexivo de las cosas. Ahora, qué diferencia enorme es de nuestra mente llevarlo a la acción. ¿No estaríamos viviendo un mundo de menos guerra, menos odio sin razón, menos chismes, menos sufrimiento?

Qué bien me hizo ver otra vez la vida del maestro Yogananda, quien vivió para dar y ayudó a tantos a través de su presencia, enseñanzas y transparencia. Definitivamente, somos lo que comemos, lo que vemos, lo que escuchamos, lo que pensamos y lo que hablamos, pero más que todo lo que hacemos. Llevemos nuestra conciencia de amor a todas las acciones, podríamos estar transformando grandemente nuestra percepción de la vida y seguramente acercándonos más al camino que añoramos.

Sugerencias:
  • Medita con frecuencia.
  • Intenta ver las cosas desde más de una perspectiva.
  • Práctica actuar desde el amor en todas tus acciones.
  • Independientemente de las circunstancias llénate de paz.
  • Comparte acciones que vengan de tu conciencia.
  • Busca ayuda si necesitas.
  • Da #lomejordetipr.