Claro que no es fácil hacernos responsables de lo que nos sucede ni aceptar un error para cambiar, para eso hay que dejar bien lejos el orgullo y nuestra soberbia humana. Es más fácil -aunque no más agradable, ni constructivo- señalar, despotricar, quejarnos, antes de pasar trabajo para mejorar como persona… y hasta burlarse de los demás, como la semana pasada me sucedió.

Sí, en plena adultez, habiendo vivido más de la mitad de mi vida, ya cuando son cada vez menos las nimiedades a las que se les da importancia, cuando los chismes de pasillo de intermedia o universidad se ven tan lejanos que parecen ser de otra vida, alguien ostentó burlarse de mí porque no soy la misma persona de hace 28 años.

¿No se supone que sea así, que evolucionemos? Al parecer eligió mantenerse en la misma sintonía de antes, y por eso el choque. Le molestó que no soy la misma que cuando le conocí, y que le dejaré saber cuándo se pase de la raya.

Sucede que de eso se trata el libre albedrío. No nos confundamos, pues libre albedrío no se trata de algo que está fuera de nuestro control que nos hace fallar, se trata de que tenemos toda la libertad de ser quienes queremos ser, por eso el control está en nosotros y el resultado directamente alineado con nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Por lo tanto, si alguien quiere ser, conducirse y reaccionar como cuando el impulso de plena flor de juventud o niñez nos trae problemas, tiene todo el derecho de hacerlo. Es su decisión, es su proceso sagrado. ¿Pero por qué afectarse hasta la burla y faltas de respeto por el proceso del otro?

Sí, también se trata de un camino sagrado cuando alguien decide aprender de las experiencias, buscar cómo crecer, lanzarse a la tarea de evolucionar hasta construirse, aprovechando el libre albedrío a su favor.

Así que cuando te digan “Ay, el más cambiado”, con burla, siente satisfacción del trabajo que has hecho, porque se trata un disfrazado reconocimiento. Y en gratitud, definitivamente es una buena prueba para reconocer que no hay porqué señalarnos, odiarnos o maltratarnos, simplemente estamos en procesos diferentes, y algunos procesos están en sintonía, otros no, por eso fluir es la tarea.

Espero que esta experiencia me recuerde que cada cual – me incluyo- está donde tiene que estar viviendo lo que le toca vivir. Que cada vida es importante, que todos podemos cambiar en cuanto lo decidimos, que nadie es mejor que nadie y que la autenticidad podría traer conflictos como este, pero al final, una consciencia tranquila. Vivir con dignidad humana hacia todos trae grandes frutos al alma.

Sugerencias:

1. Si recibes algún ataque o burla sé firme expresando tu sentir sin faltar el respeto de vuelta.

2. Reconoce que estamos todos en un proceso diferente, evita comparar los procesos.

3. Desarrolla paciencia y misericordia para practicarla contigo y todos, un día a la vez.

4. Usa siempre la respiración profunda para evitar caer en dimes y diretes.

5. Si crees necesario y te lo permiten sirve a otros con palabras y el ejemplo.