Ese día estaba particularmente cansada. Me enfoqué en lo que tenía mi agenda, e intenté muy tarde hacer un cambio para apoyar la gestión de alguien muy especial y de la cual fui parte de su desarrollo. En mi mente no faltaron pensamientos de bien y rezos para que todo fluyera exitosamente. Estaba feliz, y esperaba que llegara la noche para escuchar el resultado del evento. Sin embargo, no decidí a tiempo lo más importante, estar ahí.

Entonces me detuve para observar cómo había cambiado mi vida y los nuevos cambios se asomaron todos juntos sin aviso. Otra vez fue necesario ponerme en el lugar del otro. ¿Cómo me hubiera sentido si me sucede a mí?

Este evento me acomodó nuevamente en la realidad de que solo somos felices cuando damos a otros lo mejor. Y qué reto puede ser a veces si no estamos atentos a superar nuestros temores y costumbres egoístas.

Soy feliz cuando doy lo mejor, así comentó la joven de 15 años en rehabilitación, que participó en un taller que ofrecí a un grupo de confinadas. Su comentario nos dejó a todos boquiabiertos. Ella había perdido su libertad a corta edad y su vida no sería la misma después de no haber dado lo mejor el día le que tocó decidir sus acciones y escogió el camino equivocado. A pesar de su realidad hablaba con sabiduría, nos enseñó a todos con su empeño de mejorar y de reconocer que dar es el camino.

Dar, no para complacer a otros, no para crecer el ego, no para cumplir con el ego de otros, menos para ganar un premio del cielo. Dar porque es la manera más efectiva de sentirnos vivos, en el presente, satisfechos con la vida, con nuestro ser y en definitiva, conectados a una energía de bien mayor.

Para eso nos debemos trabajar momento a momento. Para dar lo mejor requiere que andemos atentos, pero no solo a nuestro entorno, a los alrededores, o al contexto en donde somos partícipes de una realidad, atentos a nuestra participación en la misma. Es decir, cómo hablo, cómo reacciono, cuáles son las decisiones que tomo al actuar. Atentos pese al cansancio, al ruido, al miedo, a las rutinas. Y cuando fallemos, volvamos a comenzar, cada día es una gran oportunidad para preguntarnos: ¿Cuán egoístas somos para dar?

Sugerencias:

1. Da, sin medir para qué.

2. Mantente atento a pensar en los demás.

3. Observa si las acciones se basan en el temor para transformarlas.

4. Reflexiona para aprender no para sentirte culpable.

5. Sé un aprendiz feliz de la vida.

6. Busca ayuda si necesitas.

7. Da #lomejordetipr.