Desde niña recuerdo decir a las mujeres de mi familia que hay que tener paciencia, especialmente para recibir o lograr cosas que tienen mucho valor. Esta pandemia nos trae a todos, e inevitablemente, algo nuevo para asimilar sobre el aguante. Esa espera para algunos puede ser un ejercicio de desafío extremo. Lo queremos todo, ahora. Cuando no pasamos por alto el reto y nos observamos bien, podemos llevarnos la sorpresa de encontrar alguien totalmente crecido, agradecido, maduro, en cuanto se recibe lo que se espera.

Le tengo amor al mar y mis padres, me expusieron a la navegación en velero. Recuerdo a principio de los ochenta, esperar los viernes con emoción para que me dijeran que iríamos a navegar con “Los Medina”, amigos que son familia escogida.

La embarcación se llamaba Melodía, seguramente porque también la música fue parte de cada compartir, no faltaban la guitarra, el guiro y las maracas. El sonido del mar golpeando el casco me enamoró sembrando el sueño de aprender más sobre el tema y vivir nuevas experiencias en el mar. No me detuvo aquella tromba marina que nos azotó por media hora, ni varios sustos en altamar. Entonces, después de diez días maravillosos en velero, en una despedida de año que nunca olvidaré (muchos años después y en otra embarcación) decidí lanzarme y comenzar a descubrir el mundo del sailing, porque el tiempo vuela y nos debemos atrever a vivir nuestras metas.

Entonces empezó la danza con la paciencia. Cuando llamé a la escuela me informaron que los cursos empezarían más adelante, que primero debía estudiarme un libro que me iban a enviar. Con muchas ganas de ir al agua, pasaron meses previo a la primera navegada. Ya terminado el primer curso, me matriculé a la segunda parte y, llegó el COVID 19. Se cerraron las marinas, como todo lo demás. Cada vez que flexibilizaban las actividades acuáticas le escribía al Capitán, las dos veces informándome que todavía…

Pasaron diez meses y por fin ayer regresamos al agua. No soy la misma persona, el capitán tampoco. Todos teníamos una historia nueva para contarnos, nos escuchamos mejor, y cada decisión en el mar estaba dirigida por algo más que un deseo superficial. Pudimos quedarnos en pausa, en mar abierto a esperar por una familia de delfines que se asomaron. Los esperamos hasta que se desplegaron, parecía que querían jugar.

La paciencia nos regala, cuando nos superamos a nosotros mismos. Cuando transmutamos aquellas emociones de desespero, de deseo de recibir para sí mismo, de agenda propia. Fue un gran día, la paciencia, el capitán, los delfines y los tripulantes que pude conocer no tienen idea lo mucho que me enseñaron.

Sugerencias:

1. Ser tolerantes con los asuntos que suceden y que no podemos controlar, como la pandemia.

2. Respirar, trae calma.

3. Seguir las metas ajustándonos en el fluir de las mismas.

4. Vivir el presente abiertos a todo lo que sucede.

5. Apreciar los sueños y trabajar para ellos.

6. Ser feliz y dar Lo Mejor de Ti.