Cuando entiendo que he logrado mantenerme paciente ante las personas, conmigo misma y situaciones, sucede algo para volverme a probar. Y así pasa, cuando creemos que lo tenemos todo en control pasa que nos sorprende la vida para recordarnos que no lo estamos. Debemos tener presente constantemente que lo único de lo que tenemos control es de nosotros mismos. De lo que pensamos, decimos y hacemos, de nuestras reacciones.

Es nuestra decisión trabajar para solidificar esa fortaleza que cuando decidimos esperar, fluir, nos permitirnos aceptar lo que sucede y que no está en nuestro control, entonces la estaremos atendiendo puntualmente.

La paciencia se puede cultivar y desarrollar cuando le prestamos atención.

Por el contrario, la impaciencia se manifiesta comúnmente cuando ocurren dos cosas:

- Vivimos esperando que nuestras expectativas sobre otros se cumplan.

- Vivimos buscando razones que nos diferencian de los demás.

Lo interesante es, que mientras más impacientes somos con los demás, esto refleja el diálogo interno que tenemos con nosotros mismos. La paciencia es rasgo de madurez. Es la virtud de quienes saben esperar y tolerar las contrariedades, diversidades, las adversidades con fortaleza, resiliencia y con las menos quejas posible. Esto hace que nos superemos a nosotros mismos al esperar con calma a que las cosas sucedan, o escuchar a otros con la perspectiva de comprenderles con sinceridad, sin juicios ni exigencias, desde el amor.

Sembrando paciencia y tolerancia en nuestras acciones viviremos con tranquilidad y mucha más empatía hacia nosotros y todos los demás. De hecho, nos hacemos más fuertes en la

adversidad porque aprendemos a ser pacientes. Esto no significa que busquemos sufrir para aprender, todo lo contrario. Hagamos la diligencia de practicar con consistencia la tolerancia, estamos todos ahí afuera haciendo lo mejor que podemos con las herramientas que tenemos.

Esta semana les invito, seamos pacientes y logremos transformaciones en nuestras relaciones, especialmente con la que tenemos con nosotros mismos.

Sugerencias:

1. Meditar a diario mínimo diez minutos.

2. Mantener el enfoque en el presente.

3. Sacar tiempo para el silencio y la reflexión.

4. Hacer ejercicios físicos.

5. Escuchar con atención a quién nos habla.

6. Dormir el tiempo necesario para estar descansados.

7. Servir y dar a otros.

8. Buscar ayuda para mejorar.