Este pasado viernes me pasó algo muy inesperado, sorprendente, de esos eventos que cuando suceden se quedan con uno por siempre. Quiero compartirlo con ustedes con la intención de recordarles que no estamos solos, que cuando cultivamos la fe el Universo sí se manifiesta y nos pueden llegar mensajes que estamos esperando o que nuestro ser necesita escuchar.

Ese día tuve la dicha de compartir y ofrecer el taller Lo mejor de ti a dos diferentes grupos, uno en Ponce y otro en San Sebastián. De camino usualmente organizo mis pensamientos, canto (últimamente canciones que me recuerdan a mi padre) y también oro. Particularmente esa semana las dudas me habían asechado, tenía preguntas y decisiones por tomar relacionadas al proyecto que dirijo. A veces pienso que si estuviera cantando reguetón, o “el género” el mensaje le llegaría a muchas más personas. Pero cada cual con su talento, así que me hago responsable del mío.

Cuando el cansancio llega, igual que nos llega a todos, usualmente también me llega un mensaje espontáneo, en redes sociales o por email, alguien me ofrece su testimonio sobre el bien que le ha servido lo que hago. Entonces me sirve para tomar otro respiro, volver a practicar lo que enseño y continuar firme. Esta vez algo más pasó.

A las once de la mañana me encontré con el primer grupo, cuando salí a tarima inmediatamente sentí una pared que nos dividía. Ese muro era energía. Si la energía hablara esta decía: “¿Qué vienes a decirme? No necesito ni motivarme ni cambiar, no necesito dar lo mejor de mí. No te necesito.”

De inmediato detuve el taller, me abrí y les dejé saber las razones reales de por qué hago lo que hago, por que sé que podemos vivir en un mejor mundo si conocemos cada uno de nosotros, nuestro gran potencial. De por qué un trabajo de crecimiento personal y no buscar millones de views en Youtube.

Y esto pasó la misma semana en que una de mis maestras me confrontó preguntándome, ¿a quién le sirves con tu trabajo?

Las caras de los participantes cambiaron, se fueron relajando, participando  entusiasmados, hasta culminar en un compartir fabuloso donde aprendí de ellos como ellos de mí. La barrera se había eliminado, conectamos y al final entre abrazos de gratitud confirmé que les había servido no solo para sentirse bien y animados en el evento, sino para su vida.

En la fila de firma de libros había una señora, de ojos claros y pelo oscuro que se acercó a mi y me dijo:

- "Desde que saliste a tarima conecté contigo. Tengo un mensaje para ti. Tendrás gran éxito de alma, no te rindas… tienes un ángel detrás de ti".

Me quedé mirándola un poco atónita, mi padre recién fallecido se llama Ángel, o tal vez se trata del ángel guardián que cada uno de nosotros tiene y nos protege. Quíén sabe.

De allí salí con prisa y Google maps listo para llegar a San Sebastián. Me llevó por la carretera número 10 que tampoco había transitado sola y desde Ponce. Fue otra aventura, entre el verdor de las montañas y el frío prenavideño me inspiraron a seguir agradeciendo. En voz alta hablaba con el Eterno, a quien busco servirle con lo que hago. Llegué para darme cuenta que había estado allí dando otro taller hace 4 años.

Llegué a tiempo para preparar todo y alistarme para comenzar. Un nutrido grupo de mujeres se dio cita conmigo a seguir creciendo, y así fue. Comencé el taller con la premisa de que nada pasa por casualidad y por eso hay que agradecer absolutamente todo. Nos reímos, lloramos, nos abrazamos, nos tomamos fotos, ¡gozamos!

Entonces, en la fila de firma de libros, una mujer rubia de ojos claros se acercó y me dijo:

- "Tienes un ángel detrás de ti".

Ya no había más para dudar, ya no hay más preguntas por hacer. La confirmación se dio de un pueblo a otro con dos horas de diferencia. ¿Por qué recibí las respuestas? Creo que porque estoy haciendo el trabajo para estar abierta a recibirlas, y todo redunda en cultivar la fe, como mejor se te de. En sacar tiempo para desarrollar nuestro espíritu y despegarnos un poco del tiempo tan superficial que nos ha tocado vivir.

Sí, de esas cosas que cuando pasan se quedan con uno por siempre. 

Sugerencias que nos pueden ayudar:

1. RESPIRA.

2. Habla con tu ángel, hasta que sientas que hay una comunicación real.

3. Haz el esfuerzo de actuar con los demás como quieres que sean contigo.

4. Haz técnicas, ejercicios activos que te ayuden a profundizar en ti mismo.

5. Agradece, desde que te despiertas todo lo que tienes alrededor y lo que no también.

6. Hagamos un hábito la auto observación, no para juzgarnos, sino para crecer.

7. Recuerda: Sanas tú, sano yo, creces tú, crezco yo. Y viceversa.

8. Seamos conscientes del momento presente para evitar ansiedad sobre el futuro

9. Sé feliz y da Lo Mejor de Ti.

De esto y mucho más hablaremos y trabajaremos en el próximo retiro, Lo mejor de ti: El Retiro, noviembre 1, 2 y 3. (787-404-1313)