166764 no son seis números para jugar la Loto. Tampoco corresponden a una dirección. Ni siquiera es el pago de los estudios universitarios del único muchacho que me falta por graduar. Son, ni más ni menos, el numerazo escrito en nuestra factura de luz. Sí, efectivamente, $1667.64. Intentaré contar esto con un poco de humor, porque a unas cuantas semanas de estrenar Titantos (el 5 de agosto en el Centro de Bellas Artes de Santurce…ya saben, la promo) tengo que conservar la cordura y esquivar cualquier amague de patatú.

Tal parece que marido y yo, que somos gente de buen corazón, hemos donado miles de kilovatios de electricidad a la comarca donde vivimos, o de repente al Choli, para que enchufaran y funcionaran las maquinitas para procesar los pagos de los fanáticos de Bad Bunny. Digo, tiene que ser así, no hay de otra. Ha sido un acto de pura generosidad.

Supongo que alguien se equivocó en la matemática y en vez de contar cuatro habitantes en esta casa - cero piscina, cero horno, un aire dañado y ropa secada en tenderete, porque somos ciudadanos conscientes - contaron diez. La flamante factura espetó cinco mil y pico de kilovatios, ya les digo, hemos donado la iluminación de algún centro deportivo o de uno de esos tablados al aire libre en los que se lloran las penas agarrados de un trago. Iré, me agarraré del whisky y lloraré, pues.

Atragantada, casi a pucheros y sintiendo palpitaciones y sudores peores que los de la menopausia, llamé a LUMA de inmediato. Rebusqué el número a llamar ayudada por el lente de los espejuelos y el de una lupa, a la vez, preguntándome cómo lo hacen nuestros viejitos o los adultos con problemas de visión. ¡Válgame Dios! Pero bueno, lo logré. A pesar de lo tarde pude hablar con la mujer de la grabadora, muy correcta ella, y pedirle que me comunicara con un agente de servicio. Me contestó un chico muy amable. Creo que adivinó que al otro lado del teléfono había una doña a punto de infartar. Bendito, él no tiene la culpa.

Cotejó nuestra factura y comprobó la astronómica cifra. “La factura de junio no salió”, me dijo. “¿Cómo que no salió? “No se ve reflejada y le están facturando ambos meses”. O sea, que marido y yo donamos dos mil quinientos kwh por mes, suficiente para alumbrar algún supermercado o parque comunal. Mi cabeza estaba a puntito de girar como la de Linda Blair en esa escena horripilante del Exorcista, pero me controlé recordando que una amiga, que vive sola, sola solita, se quejó esta semana de otra longa que recibió. A ver, que no estoy sola en la vida, somos muchos - me atrevo a decir que miles y miles - los que hemos quedado con un ojo estirado al recibir la facturita.

Otra amiga me dijo, intentando consolarme, que seguramente el gasto de junio lo estimaron. “Pues a mi que no me estimen, que no me quieran, que no me tengan afecto, que lean lo que verdaderamente es y que no me echen encima kilovatios que ni remotamente he gastado”, le contesté. “Total, la energía viene del Sol y que yo sepa, el Sol es gratis”.

El muchacho de LUMA me recomendó verificar la cuenta a mitad de semana para comprobar si reajustaron ambas facturas, que tienen cuchucientos cargos en las cláusulas de reconciliación. Así que aquí estoy, frente a la computadora, sentadita, esperando… ando… ando, leyendo los cuentos de horror de otros consumidores que están en las mismas que yo. O peor.