Tuve que ingeniármelas y crear una estrategia especial para comunicarlo. Pero luego de mucho pensar decidí que, al toro por los cuernos, había que dar la información directa, sin tapujos o paños tibios. Rakatán: estoy preñá y son gemelos. A mis casi cuarenta regresaría a la camatranca esa tan fea en la que se produce, irónicamente, la acción más hermosa del mundo: el nacimiento de una vida.

“Ay, mami, tengo que decirte algo”, le solté a mi madre por teléfono. “Estoy preñá”.

“Ay, mi vida, qué bueno”, me dijo con dulzura.

“Pero mami,” comencé a soltar entre llanto con pucheros, “imagínate, qué voy a hacer, esto es muy fuerte, la oficina, las niñas….. “.

“Ay mi amor”, me respondió, “los hijos son una bendición, no te preocupes que todo va a estar bien, ya verás….”.

“Pero mami es que tengo que decirte algo... es que son gemelos”.

“¡QUÉÉÉÉÉÉÉÉ…!”

Silencio en la línea… silencio en la línea… silencio en la línea…

En adelante, todos los avisos fueron así por el estilo, al punto de que casi grabo un infomercial para no repetirme y aguantarme los comentarios de la gente.

“¿Pero, Uka, cuántos años tienes?”, me preguntó un colega de la industria.

“Treinta y nueve”, le contesté mientras mi mente elucubraba una contestación diferente: “Pero y tú, so tontejo, ¿cuántos años tienes y andas por ahí patilargueando detrás de las mujeres?”

“¿Pero tienes marido?” “No, nena, no tengo marido, esto me lo hice yo solita una noche de esas… no, no loca, que es broma, la verdad es que me los inserté, tú sabes, como no tengo nada que hacer...”.

“¿Y tu marido cómo está?”, era la clásica que menos me gustaba. Quería contestarle, “pues, fíjate que soy viuda. El tipo se murió justo cuando se enteró de que serían gemelos. Mentiraaaa, pero ¿quieres saber cómo estoy yo? Pues, bien también, escuchando el dueto de sonidos que producen el estómago y las tripas. El útero brutal, cada día más grande e intenso. Mientras tanto, me hago pipí en cada esquina”.

“¿Las tetas?, Neneeeee, una maravilla… Si es que a mí me encanta estar preñá, porque es cuando único tengo buenos pechos. Ya tu sabes que voy por ahí barrigona y escotá… aprovechando el momentum. Pies hinchaos, piernas hinchás, barriga hinchá, tetas hinchás y cara hinchá… monísima que me veo, fíjate que me dicen cariñosamente ‘La Hinchá’ “.

Fuera de relajo, la verdad es que mi tercera barriga fue tan chévere y divertida que los niños quisieron salir antes de tiempo. Harían su entrada triunfal a este mundo el 4 de octubre a las 4:00 de la tarde. Tenía que tramitar la admisión al hospital ese mismo día a las 10:00 de la mañana.

A pesar de mi cantaleta, marido no echó gasolina. “Nene, echa gasolina y pon las maletas y car seats en el carro, que uno nunca sabe”, le dije. Ni chispa de caso me hizo, así que esa mañana, con los niños coronando el túnel de salida a la vida y con las contracciones de “por ahí voy”, por poco llegan al mundo en una gasolinera de la Martínez Nadal o en el expreso hacia San Juan. A las mismas 10:00 a.m. nació Antonio y a las 10:01 Lorenzo. Dignos hijos de su madre, llegaron a la hora que les dio la gana.

Desde ese día mi vida como madre ha sido terriblemente complicada e inmensamente feliz. Una bendición y un reperpero. La maternidad me ha permitido repetir la vida a través de esos cuatro seres que llenan mis días. Ha sido duro, intenso… pero aquí estamos y por ahí vamos.