¿Cómo es que no trabajan?
“Me pregunto qué hace durante el día toda esta gente... en qué invierten su tiempo... de dónde obtienen tanto dinero para vivir y sobrevivir?”

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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Diatre, me encantaría que alguien de esos que no da un tajo ni en defensa propia, y que están aptos y saludables, me compartiera la fórmula para no trabajar. Es que no me explico cómo es posible que en estos tiempos de economía estreñida haya gente que no mueva el cuerpo mientras otros nos destostuzamos y dejamos el pellejo.
Me he topado varias veces en la radio con programas en los que se comenta sobre tal o cual feria de empleo a la que asistió el mínimo por ciento esperado en comparación con las plazas disponibles de trabajo.
Precisamente, esta semana escuché sobre una de estas actividades -que no sé si usted recuerda, pero antes no se estilaban- que ofrecía hasta pagarle el estacionamiento a quienes asistieran.
Se promocionaba una buena cantidad de plazas disponibles en el sector de comidas, desde chefs hasta personal de limpieza, que conllevaban plan médico, vacaciones, seguros y días de enfermedad, beneficios que los cuentapropistas no conocemos. Hasta le hacían la oferta final allí mismo, para que saliera hacia su casa ya contratado.
Tal parece que hay mucho trabajo, pero nada de ganas de trabajar. Qué cosa, ¿ah? Tan reciente como el pasado fin de semana, al salir de la función sabatina de Titantos -que por cierto está buenísimo y vamos para el Bellas Artes de Caguas el 27 de este mes- queríamos ir a disfrutar de un par de traguitos para celebrar y mojarnos la garganta. Pues con las ganas nos quedamos. El establecimiento más cercano estaba cerrado por falta de personal para operar.
Me pregunto qué hace durante el día toda esta gente, y repito, me refiero a los “grandes, gordos y colora’os”, como dice el refrán. Me gustaría asomarme para ver en qué invierten su tiempo y, sobre todo, que me compartan el secreto de dónde obtienen tanto dinero para vivir y sobrevivir.
Entonces, recuerdo un episodio que viví hace años, justo cuando después del azote del huracán María me trasladé junto a una organización a varios campos del país a llevar víveres, agua, filtros, hasta plantas para generar electricidad y alumbrar sus casas.
Éramos una docena de personas, enganchados en camionetas, entusiasmados porque no hay nada más mágico y fantástico que ayudar. En un pueblo montañoso nos metimos por caminos cubiertos de fango, resbalando, afincando el pie dentro de las tenis para no reventarnos. Iba yo junto a un cantante y un actor, guapos y fortachones, que se echaban dos cajas de agua en cada hombro. Junto a ellos, yo bajaba cargando unas bolsas enormes repletas de comestibles. Las agarraba como podía y casi a rastras las llevaba a cada casa. La satisfacción me desbordaba el corazón cuando los viejitos y las viejitas nos recibían con una sonrisa y nos echaban la bendición.
Pues en esas andaba cuando me tocó bajar una “jalda” bastante empinada. Cansada hasta las tripas, espeté los talones para no caerme como una guanábana. Casi me arrastré para cargar aquella bolsa pimpoleta de comida. Entonces, llegué al balcón de una casa y me recibieron dos muchachones que parecían acabaditos de bañar, fresquitos, con sus bermudas color café, sus camisetas planchaítas y unas tenis de marca blanquititas. Desde el balcón, acomodados en sus sillones de aluminio, me vieron bajando aquel cuestón y no se les movió ni una pestaña. Vaya, que no fueron capaces de pensar “dito, mira esa señora ahí luchando pa’ traernos eso”. Ni las gracias me dieron. Supongo que todavía deben estar allí plantados, con el radio a todo volumen, tranquilos, disfrutando. Chilin, como dicen por ahí.
¿Dónde fue que me perdí?
Sesentona y puertorriqueña, esposa, madre de cuatro, abuela pandemial, profesional de las Relaciones Públicas, bloguera, colaboradora de televisión, opinionada, pizpireta y autora de TiTantos. Seguida por miles de mujeres que se ven reflejadas en sus columnas, escritas con un estilo liviano, divertido, lanzado y hasta dramático, y basadas en la cotidianidad de la vida de una mujer.
TiTantos
Todo lo que vivimos, sentimos y opinamos las mujeres de titantos años....desde la locura de mi vida hasta la locura de la tuya