Si no lo hubiera escrito, no lo estaríamos conversando. El tema estaría durmiendo bajo la mesa, escondido entre las sandeces que nos roban la atención de asuntos indiscutiblemente importantes.

Me doblé de la risa con los memes nacidos del ingenio y la creatividad boricua a raíz del “post” publicado por Braulio Castillo, hijo en su página de Facebook. El humor es impresionante, un lujo de la inventiva que me produjo carcajadas a nivel de dolor de tripas.

Su comentario se ha convertido en la comidilla del momento y generó una reacción inmediata y masiva. Pero el asunto va más allá del revolquín y la fogosidad que ha provocado, de los chinches que le han lanzado y del embate de una opinión pública dividida entre críticas y respaldos.

El reconocido actor ha puesto sobre la mesa, así, rankontán, el sensitivo y delicado tema del sobrepeso y, sin proponérselo, inició un diálogo que debimos tener hace rato. Toca no permitir que se opaque la necesidad de abordar un asunto que es de salud. Hay que hablar del sobrepeso, y del bajopeso también. No soy médica, pero estoy segura de que tan perjudicial es uno como el otro. ¿Que es incómodo? Pues sí. ¿Que resulta difícil? También. Pero es importante.

Desde pequeños somos bombardeados con el “cómetelo todo” y “deja el plato limpiecito” aun cuando tengamos el estómago repleto. Somos tentados por productos que nada aportan a nuestro sistema y que llevan por el camino de la amargura a personas - de todo tipo de peso - que desarrollan condiciones que se originan o se disparan por la mala alimentación. En vez de consumir en proporciones moderadas o de darnos un gustito de vez en cuando, nos atiborramos hasta decir basta; y aún en ese momento, cuando la llenura se siente en la garganta, comemos un poquito más. Ciertamente cada cual tiene pleno derecho a hacerlo, pero el cuerpo pasa factura y a la larga se enfrentan las consecuencias que surgen del comer de menos, comer de más y, sobre todo, del comer mal.

No se trata de ser gordo, flaco, así o asao, sino de estar saludable para disfrutar de una vida activa y que el cuerpo esté equipado con los nutrientes para que funcione como debe ser. Pero somos cabezones, ingerimos opíparamente y hemos acondicionado el cerebro de forma tal que nos babeamos por los dulces, la comida chatarra y los manjares grasientos en un estilo de alimentación que, a juzgar por las cifras de varias enfermedades, no nos viene bien.

Lo cierto es que para muchos es tarea fácil llevar control, disciplina, mientras que otros tenemos que apertrecharnos de ayuda profesional en un ejercicio que conlleva compromiso y voluntad. Y ojo, que la gordofobia es otra cosa. Es discrimen, ofensa, burla, y éste no ha sido el caso.

Braulio pensó y escribió desde su experiencia personal con preocupación y sin mala intención, y cada cual lo ha interpretado a su manera. Es el escenario perfecto, servido en bandeja de plata, para que las organizaciones médicas aprovechen para educar y orientar, para aclarar dudas y para incentivar a que en este país - donde existe una oferta culinaria tan espectacular y sabrosa - disfrutemos del menú con cuidado y buenos hábitos.

Del tiro, y por supuesto en broma, Braulio se ha convertido en el “food police” nacional. ¡Cuida’o que te coge! Y aunque nos provoque risa ver los memes que lo ubican como el “Dick Tracy” de la comida, estoy segura de que, desde que dijo lo que dijo, cada cual es más consciente, y está más pendiente.