Pues allí estaban las casetas, bien sentaditas sobre la grama que cubre el tope de la montaña utuadeña en la que se sentían sesenta y cinco grados más fríos de lo que son, porque venían acompañados por la brisa. Sus ocupantes pasarían el fin de semana ahí, disfrutando del espectáculo que ofrece el lago Caonillas asomado entre las montañas. El paisaje deja embelesado a cualquiera, especialmente a quienes llegamos por primera vez a Finca Viernes como parte del “Chinchorreo Al Amanecer” del que participamos los que laboran a diario y quienes colaboramos en ese noticiario.

Nuestro recorrido comenzó con una parada para desayuno en Dorado. Desde los típicos sandwichitos de mezcla hasta las sofisticadas tostadas con salmón y aguacate, sin faltar el café. Barriga llena, chinchorreo contento. Próxima parada: el Callejón del Beso en Arecibo, un lugarcito fenomenal y pintoresco en el que te tratan con inmenso cariño.

De ahí al Parque Ceremonial Caguana, en Utuado, para el cual la inmensa guagua -capitaneada por un chofer buena gentísimo y diestro de nombre Alberto- se deslizó por carreteras estrechas y de curvas cerradas. Culitrincos íbamos por esa ruta apretada entre riscos, pero les cuento que valió la pena, porque el Parque es impresionante, mágico, espectacular.

Como regalo adicional, un guía experto en temas indígenas nos narró la historia del centro ceremonial y nos llevó hasta el batey, en donde el Colectivo Taíno Guacú Macú nos obsequió una danza y hasta nos enseñó a jugar como lo hacían los indios en ese espacio bordeado por petroglifos. Una experiencia del más allá.

Chinchorrear se ha convertido en un entretenimiento fantástico, divertido, cultural y también conveniente para el bolsillo, que permite encontrar las esquinitas sabrosas que tiene nuestro país. Dependiendo la ruta, se van descubriendo paisajes majestuosos protagonizados por montañas o por mares, y en ambos casos recordamos -por si en la monotonía se nos olvida- lo hermoso que es Puerto Rico. Hasta se te aprieta el corazón.

La intimidad de la guagua es otra cosa. Otra vaina, como dicen por ahí. Los talentos se desatan. Se baila a todo fuete y se canta desquiciadamente. Desde Shakira, hasta Paquita la del Barrio, pasando por Yatra, Fonsi, Marc, Gilberto, Milly, Manny y Danny. Ni siquiera el Ilari Ilari Larié de Xuxa se queda sin canturrear y brincar, como tampoco algunos sonsonetes reguetoneros. De todo para toda edad. Ya les digo, es una experiencia única que nos permite viajar, comer, beber, brincar, bailar y gozar. Todo a la vez.

Y en estos tiempos de pasajes costosísimos, atrasos y revoluces con las líneas aéreas, chinchorrear es la alternativa que nos permite esa experiencia mental que nos aleja de un diario vivir que bastantes veces nos resulta duro y penoso. Es un descanso para el cerebro, un suero para el espíritu, un aire para el alma que nos vamos dejando cada vez que aparece una noticia negativa, mala, de esas que nos desgastan de a poquito y que nos suprimen hasta las ganas.

Así que chinchorrée usted todo lo que pueda. Planifique en cualquier fecha del año y vaya… Vaya de chincho.