Soy fan de las películas de acción y no hay una de superhéroes que no haya visto. Se los juro. Sospecho que debo ser la única fanática isleña de Jason Statham, un actor británico calvito y menudito él, que se ha arrastrado peleando en varias películas, una de ellas tipo secuela titulada “The Transporter”.

No importa lo estrasija’o que acabe por luchar contra los malos, el “Transporter” abre el baúl de su negro e impecable Audi y saca una camisa blanquísima y planchadísima que se engancha, quedando como nuevo. Claro, en el interín muestra ese tórax de six pack.

Pero bueno, que no les voy a hablar de Jason Statham sino de Steven Seagal, un actor estadounidense hoy entrado en la tercera edad que copó la industria de las películas de acción y artes marciales allá en los 80′s y en adelante. Aunque nunca me gustó, por tieso y boquitrinco, encontré un par de películas suyas en Netflix -“Absolution” (2015) y “The Goodman” (2014)- y las vi.

Todavía tieso y boquitrinco, apareció en la pantalla con sus sesenta y tantos de entonces, robusto y engominado. En ambas llevaba chaquetones rígidos de cuello chino. Lucía estirado, tenso, tan inamovible como esos señores que pasan años en la misma silla del gobierno. Menos mal que pudo dar un par de puños y patadas.

Quedé perpleja con el pelo, boquiabierta. Este señor en su momento tuvo una maranta lacia y en capas. Años después, aparecía en la prensa con menos pelos, casi calvete, nada sorprendente en los varones que van echándole años al cuerpo. Pero, ahora no. De repente, un close up lo trajo a la pantalla con una siembra de pelo impresionante, cundía, formando una W en la sien. Punto y aparte, el tono blue black que se asemeja a la tinta de mi impresora cuando está fresquita, acabada de instalar. Llevaba el pelo atado en rabito y no sé si por lo apretado de la gomita, los ojos se le veían rasgados.

En la siguiente película apareció igual, sembrado, negrísimo, enchaquetado, trinquísimo y rasgado. ¡Salamaya!

No hay nada peor que un hombre que se resiste a los años. Los que van con el flow de la edad se ven guapísimos, peliblancos o salpimentados, con arrugas adornando el rostro y con el cuerpo machacado por una vejez sensacional. Pero los que se resisten, los que van de combatientes del tiempo y quieren mantenerse en formol son un completo desastre. El pelo pintado se les ve como manchado, la trincoletería no les permite casi andar y el estiramiento les da una nueva nacionalidad.

Me dio pena verle tan feo. La curiosidad me llevó a leer sobre su vida y encontré que, el muy sinvergüenza, ha sido acusado en varias ocasiones por acoso sexual con empleadas de su compañía y mujeres de la producción de sus películas. Aún así, se ha casado un fracatán de veces y tiene otro fracatán de hijos/as que seguramente -porque ellos no tienen la culpa- deben encontrarle digno y bello, bello y digno.

Hasta ahí me duró la pena. Es más, ahora entiendo por qué el chubasco de pintura blue black no se le asienta en el sembradío de pelo, por qué la boca se le ha quedado pesada y sin movimiento y por qué tiene que esconder las libras de más bajo esas chaquetas que deben esconder la rechonchez del cuerpo. Así es como deben terminar todos los que con el mínimo pensamiento hayan lacerado y ofendido. Así no más.

Vuelvo a Statham. Al carajo Seagal.