Yo también soy una doñi
“‘Jaltas y jaltos’ de que se nos ignore, nos abusen, nos tomen el pelo con promesas que nunca son cumplidas y que se quedan atascadas en un limbo”

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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Y como ellas, estoy ¡JALTA!
La Real Academia Española, institución que vela por la lengua española, define la palabra doña como “tratamiento de respeto que se antepone a los nombres de pila. Antiguamente estaba reservado a determinadas personas de elevado rango social”.
Lo del rango social, mmmmm, como que ya no aplica, porque el título no es exclusivo del alto copete social o la alcurnia económica. Lo de doña llega con la edad, a manera de deferencia. Pero sobre todo, llega con derechos, a opinar, a protestar, a no dejarnos aplastar y a que se nos trate con respeto. Y hablando de respeto, creo que el mayor de ellos sería el respeto al derecho a vivir una vida plena y en bienestar, no solamente nosotras, sino todos y todas. O sea, doñis, doños, adultas, adultos, jóvenes, adolescentes, niños y niñas.
Dicho esto, un grupo de doñis (el doña dicho o escrito con la i de cariño y una pizca de picardía) se ha levantado y lanzado a la calle para hacer lo que deberíamos hacer todos en Puerto Rico, protestar masivamente contra el desafío injusto de vivir con un sistema de energía débil y delicadito, producto de la inacción de gobiernos, gobiernos y más gobiernos.
Según una de sus portavoces, Graciela Rodríguez Martinó, “Las doñis estamos jaltas no es una organización. Es un junte espontáneo de mujeres que cree y se mueve sin liderato fijo. Mujeres con experiencia, madurez, de todas las profesiones y oficios, cuentapropistas, retiradas, a jornada parcial, desempleadas, madres, hijas, abuelas… para combatir el deterioro de la calidad de vida puertorriqueña”. O sea, que todas cabemos en ese grupo que al son de estribillos musicalizados por el sonido de las cucharas pegando contra ollas y cacerolas, han iniciado una cruzada combativa y se han convertido en una voz que nos representa sin visos políticos, con el único fin de manifestar que estamos “jaltas” y exigir que se tome acción inmediata.
En nuestro querido terruño vivir se ha convertido en un desafío. Es como una de esas competencias televisivas en las que los concursantes brincan bolas rechonchetas, trepan enjorquetándose por ásperas sogas, y se deslizan por chorreras inmensas para llegar con la lengua afuera y brillosos de sudor a la meta. Hay que pagar peaje por abrir los ojos cada día, o sea, pagar por vivir. “Jaltos, jaltísimos” estamos todas y todos por los cargos que nos espetan en las facturas de la luz, del agua, del supermercado, de la ropa, los zapatos, los efectos escolares, todo lo que se consume o se compra. La lista es larga, una longaniza de dólares y centavos que nos aprieta más cada día.
“Jaltas y jaltos” de que se nos ignore, nos abusen, nos tomen el pelo con promesas que nunca son cumplidas y que se quedan atascadas en un limbo. “Nos lleva Pateco”, diría mi abuela si viviera en estos tiempos.
Pues Las Doñis, ni cortas ni perezosas, han comenzado a hacer ruido a ver si nos espabilamos de esa modorra, de ese sopor intenso que nos arropa como si fuéramos infantes despertando de una siesta. Primera parada: Luma. ¿La segunda? Pues ya pronto sabremos, porque este grupo promete seguir creciendo y continuar la lucha. Esté atento usted al estruendo de los cacerolazos al golpe de las cucharas que Las Doñis están por ahí y están que hierven. ¡Jaltas!
Sesentona y puertorriqueña, esposa, madre de cuatro, abuela pandemial, profesional de las Relaciones Públicas, bloguera, colaboradora de televisión, opinionada, pizpireta y autora de TiTantos. Seguida por miles de mujeres que se ven reflejadas en sus columnas, escritas con un estilo liviano, divertido, lanzado y hasta dramático, y basadas en la cotidianidad de la vida de una mujer.
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Todo lo que vivimos, sentimos y opinamos las mujeres de titantos años....desde la locura de mi vida hasta la locura de la tuya