Toronto, Canadá - En solo tres días la vida del abanderado panamericano Luis Rivera se ha bifurcado por rumbos que jamás imaginó cruzar cuando llegó a Toronto a principios de semana para participar de los XVII Juegos Panamericanos.

La repentina lesión que lo alejó de la competencia es una de las experiencias más devastadoras que ha enfrentado durante su exitosa carrera. Sufrió y mucho. “Fue bien duro aceptarlo”, admite mientras camina frente a las gradas del Coliseo de Toronto.

Es el primer día de competencia de gimnasia artística en equipo y Luis camina por una ruta desconocida. No entra por los accesos privilegiados de los atletas sino que se mezcla entre el público que asiste al evento. Hoy le toca ver el desafío como espectador, sin poder animar de cerca a sus compañeros ni darles un abrazo cuando se bajen de los aparatos.

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El público lo vio llorando, destrozado, con la posibilidad de cumplir su sueño de ser abanderado escapándose de sus manos. Días después de haber mostrado su lado más vulnerable al público boricua que seguía cada uno de sus pasos a través de los medios y las redes sociales, el gimnasta admite que no ha tenido la fuerza de ver la grabación realizada por este medio que fue tomada cuando reveló la lamentable noticia.

Aunque asegura mantenerse positivo dentro de lo que ha sido la semana más abrumadora de su vida, sus ojos negros de largas pestañas miran apesadumbrados los colchones donde se supone esté estirando en estos momentos, preparándose para sudar los aparatos en la lucha por obtener una de las anheladas medallas panamericanas. Era Luis uno de los favoritos para poner a sonar La Borinqueña en Toronto.

Luis llegó al coliseo abarrotado por efusivos canadienses justo a tiempo para ver a Tommy Ramos dominar las anillas. Horas antes se encontraba participando como analista para una transmisión televisiva. “He hecho un poco de todo, y creo que es una manera de coger las cosas de una forma positiva. Uno tiene que cambiar la mentalidad, estoy aquí apoyando a los atletas. Siempre he creído que a las situaciones difíciles hay que buscarle lo positivo”, afirma sin despegar la vista ni un instante de sus compañeros.

“¡Vamos, vamos!”, grita y da dos aplausos fuertes exponiendo su musculatura mientras el novato Alexis Torres cae con elegancia sobre el “mattress”.  “Tommy sacó 15.40 y Alexis 15.05. Se supone que estén sólidos en la final. Son buenas puntuaciones”, explica al tiempo que tratamos de colarnos y acercarnos al equipo entre la exigente seguridad que ha mantenido la organización deportiva para esta justa internacional.

El público en el coliseo vitorea a sus atletas. Luis mira a su alrededor. “El ambiente está buenísimo”,” expresa y deja escapar la nostalgia. “Cuando uno está ahí (compitiendo) la adrenalina se trepa a millón”.

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Llegamos a la baranda que está justo al lado del salto de caballo. Sus compañeros exponen amplias sonrisas tan pronto lo ven y se acercan rápido para saludarlo. Ángel Ramos hasta se trepó de un brinco en la baranda para abrazarlo.

“¡Vamo’ arriba ‘killer’, sin miedo!”, exclama mientras Alexis se prepara para correr hacia el caballo. “Vamos Alexis concentrado. Vamos a meterle no se quiten”, motiva dando varios aplausos fuertes. Hay paternalismo en su voz, tal vez porque intenta transmitirle energía al joven novato que viajó como suplente para la competencia.

“Vamos con calma. Busca la caída. Vamos Ángel sin miedo, con calma”, repite ahora. “¡Bien!”, suelta con alivio cuando Ángel termina su salto.

Durante un entrenamiento en Puerto Rico, Tommy había contado que, pese al enfoque y concentración que mantienen cuando están compitiendo, escuchar a sus compañeros animándolos es motivador. Es parte de la dinámica en las prácticas en las que pasan tantas horas juntos y se reconocen las voces aún cuando bloquean el resto de los sonidos que los rodean.

Mira aquí a nuestros atletas compitiendo en el evento deportivo.

Ahora le toca al otro novato del equipo boricua, el talentoso Tristian Pérez, quien participa por primera vez en unos Juegos Panamericanos.

“¡Vamos Tristian no te quites que ya lo has hecho antes, vamo’ arriba”. Luis anima con intensidad. Las venas se marcan en su cuello cuando envía los mensajes.

“Vaya papito qué lindo te ves”, le responde Tristian a Luis quien viste el sombrero que fue utilizado como parte del uniforme de la delegación para el desfile de naciones.

La seguridad nos alcanza y no podemos continuar el camino con los gimnastas. Nos toca buscar un espacio lejano entre las gradas. 

“Qué mucho siento lo tuyo”, le dice el padre de uno de los gimnastas boricuas mientras caminamos a buscar asiento. “Es duro pero estamos aquí”, contesta Luis. Frase que repetiría al menos siete veces mientras se desplaza por la instalación deportiva.

¿No te sientes incómodo de que te recuerden la lesión cada vez que te saludan?, le pregunto y Luis ríe con timidez.

“He aprendido a ser fuerte pero no te niego que me da ese remordimiento. Es duro pero tengo que ser fuerte, si sigo con este dolor no lo voy a superar y tengo que sanar, y creo que lo estoy haciendo”, responde. 

Durante toda la competencia, luego de cada acto de sus compañeros, Luis agarra el celular para informar a sus seguidores en Twitter su apreciación. Es cuidadoso con su redacción. “Quiero darles un punto de vista distinto”, revela. “Sé que la gente aprecia leer mi perspectiva como atleta”. La pasión que siente por la gimnasia hace que disfrute de cada detalle, ya sea como competidor, comentarista o tuitero.

Encontramos unos asientos vacíos y Luis se sienta con sus codos en los muslos y su puño derecho sobre su boca. El dedo pulgar e índice tocan sus labios mientras mueve ansioso el anular y el meñique. Los ojos se mantienen entrecerrados, mirando enfocado, como si con la vista pudiera transmitirle toda su fuerza y energía. No ha dejado de animar a sus compañeros en la distancia, pero lo hace casi en susurros. De vez en cuando muerde sus labios o aprieta la mordida luciendo tensa su quijada.

Lo hizo así hasta el final de la competencia. Cuando algo no les salía de la mejor manera, se movía hacia atrás y levantaba el sombrero de su frente. No puede esconder la tensión ante la impotencia.

“Son guerrilleros”, dijo en varias ocasiones sobre sus compañeros. “Muchas veces los pueden ver entrenando y pensar que no se ven tan bien pero cuando salen a competir se crecen”.

El equipo batalló en vano para salir del quinto lugar y no importó cuánto se alejaran del medallero para Luis, quien nunca perdió la confianza en que lograran remontar aún cuando se acercaba el último y más retante de los aparatos para cerrar una competencia, el caballo con arzones, irónicamente una de las fortalezas del abanderado. “Nos tocó una rotación que no es la más favorable”, acepta mientras se acerca el final del desafío.

Cada vez que uno de sus compañeros tomaba su espacio en los aparatos, Luis no perdía la oportunidad de narrar cada una de sus fortalezas. Los admira, se siente orgulloso y lo demuestra.

Llega el aparato final y Luis analiza detenidamente la puntuación. Se va resignando al resultado. Puerto Rico había quedado fuera del medallero y era muy poco lo que podían hacer en esa última parada.

No importa que no estuviera compitiendo, la pesadumbre es igual. Le pregunto si cree que hubiesen tenido un resultado diferente con él activo y se nota su incomodidad.

“Es muy difícil contestar si hubiese sido diferente. Es una competencia en equipo. Todos los integrantes tienen que hacer un buen trabajo para ganar. Desde que dijeron que terminaríamos con caballo con arzones sabía que había que entrenar durísimo para cerrar bien ahí, pero bueno…”, expresa sin quitar la vista de la lona.

Aún quedan muchos días de competencia y Luis seguirá asistiendo a cada partido que pueda sin importar la disciplina. Han sido pocos días pero demasiado intensos para el atleta, que entrenó y sacrificó tanto por levantar el nombre del país en esta justa.

“Ahora me queda apuntar a los próximos compromisos que son los campeonatos mundiales y los Juegos Olímpicos que estoy seguro que me voy a preparar de la mejor forma y voy a estar allí”, dice y repite cómo los mensajes del público desde Puerto Rico lo mantienen con fuerzas.

Queda Luis para rato, dentro y fuera de la lona.