Con el racionamiento a la vuelta de la esquina, sobran las razones para querer que llueva, y mucho.

Un gran aguacero, ahora mismo bastante improbable, sería lo único que nos salvaría de empezar a llenar cubos para poder tener algo a la mano cuando deje de salir  agua por la pluma.

Para quienes creen en oraciones, buenas vibras, el poder de la intención, de la atracción y de la energía, este es un buen momento para utilizar su concentración y enfocarse en que caiga lluvia.

A San Isidro Labrador, por ejemplo, se le suele pedir agua para las cosechas. “San Isidro Labrador, ejemplo de vida entregada al Señor, te pedimos tu intercesión ante Dios, para recibir la lluvia en nuestros campos y la protección de nuestras cosechas”, dice una de las líneas de la oración a este santo. Otro dicho que incluye al patrono de los agricultores es “San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol”.

Relacionadas

En Nagpur, una ciudad en India, tienen un ritual para complacer al dios Indra, de quien se espera vengan lluvias intensas. En el ritual, se oficia una ceremonia que simboliza el casamiento de dos ranas. Se cree que la utilización de la rana se debe a que su canto se considera como un presagio de lluvia.

Según el portal mexicodesconocido.com, en una comunidad de la región de la Montaña baja de Guerrero dos creyentes se visten de tigre y escenifican una pelea para atraer las lluvias y las cosechas. Los combatientes creen que mientras más se pelea, más lloverá.

Pero para quienes no creen en nada a menos que esté probado científicamente también hay opciones. Tan avanzada está la ciencia que hay maneras de “hacer llover”, aunque quizás no tanto como para llenar los embalses.

Es posible, y China lo ha hecho varias veces, lanzar desde tierra o por avión cartuchos con yoduro de plata. Este compuesto, al hacer contacto con las nubes, genera una reacción química que libera el hidrógeno y, junto al oxígeno de la atmósfera, forma agua. Algunos dicen que es inofensivo, pero organizaciones ecológicas aseguran que es tóxico.