El corazón, nos explicaron en la clase de ciencias, es el motor del cuerpo. Con cada pulsión envía –mediante las arterias– sangre con oxígeno a los tejidos musculares.

Pero desde la niñez nuestras arterias van acumulando placa, como naturalmente se acumulan sedimentos en los ríos. Puede que el cuerpo por sí mismo la rompa y mantenga el flujo del torrente sanguíneo. Puede, sin embargo, que eso no ocurra. Otros factores –como la genética, falta de ejercicio y una dieta poco saludable o condiciones como diabetes, hipertensión o exceso de colesterol– abonan a la acumulación de placa.

El riesgo comienza cuando más de un 50% de la arteria está obstruida, explicó el doctor Edgardo Bermúdez Moreno, cardiólogo intervencionista y director del Instituto Cardiovascular del Centro Médico Episcopal San Lucas en Ponce.

El paciente, claro, no ve la obstrucción, pero siente sus síntomas: dolor en el pecho, fatiga o quedarse corto de respiración. Estas, dijo el galeno, son las primeras señales de que algo no está bien.

La situación podría agravarse al punto de que una arteria se obstruye completamente, lo que médicamente se denomina como “oclusión total crónica”, lo que aumenta la posibilidad de que la persona sufra un ataque cardíaco.

Ya sea que una arteria esté obstruida parcial o totalmente, hay un procedimiento que puede ayudar a reestablecer el flujo sanguíneo: la angioplastia.

Devolviendo la salud con el menor impacto

La angioplastia consiste en abrir arterias que tengan una obstrucción significativa, expuso el doctor Bermúdez Moreno.

La angioplastia para arterias con una oclusión total crónica –conocido en inglés como chronic total occlusion o CTO– es menos invasiva, reduce los riesgos de complicaciones y promete al paciente una rápida recuperación. Este novel procedimiento es complejo y requiere de equipo sofisticado y conocimiento médico especializado, como el que posee el Centro Médico Episcopal San Lucas.

En este procedimiento, se inserta un catéter en un vaso sanguíneo, desde la ingle o el brazo. La misión de este catéter es agrandar la arteria, restituyendo así el flujo sanguíneo, sostuvo el médico.

Tras la operación, la prognosis es favorable: el dolor de pecho desaparece y el paciente ve un aumento en su energía y capacidad de hacer ejercicio, viendo una mejoría en su calidad de vida.