A Kelvin Burgos le diagnosticaron diabetes a los ocho años. Al principio, contó su madre, Roseline Márquez, el joven sentía coraje, no quería ponerse la insulina. Ya no sabía qué dedos pincharse de tanta inyección. Le decía a su madre que no era un niño normal como lo demás.

Los sentimientos de Kelvin no son atípicos. La negación es una de las primeras señales que presentan los pacientes con diabetes que luego desarrollan depresión. La directora de enfermería del Hospital Panamericano, Jennifer Torres, aseguró que hay estudios que correlacionan que una persona que tiene un diagnóstico de diabetes pudiera estar más propenso a tener depresión.

Según Torres, lo anterior se da porque la diabetes es una condición va a estar contigo para toda la vida. Además, requiere muchas modificaciones en el estilo de vida, por ejemplo, en el patrón alimenticio.

“Los casos con estas condiciones varían según la edad. En el caso de los niños, hay unos alimentos, como los dulces, que no pueden consumir y este puede ser el detonante que les provoque depresión. En el caso de los adultos, la inversión económica adicional los puede llevar a tener sentimientos de depresión, peor aún si hay otras condiciones, como hipertensión”, explicó la directora de enfermería.

Torres mencionó que los síntomas en ambas condiciones pueden ser similares. Algunos de ellos son: disminución de apetito, insomnio y debilidad corporal. Tener el azúcar descontrolado también puede provocar dolor de cabeza y molestia estomacal.

Torres agregó que en términos emocionales están la irritabilidad y la culpabilidad. Esta último se da porque al hablar de diabetes se menciona mucho la prevención, lo que lleva a que las personas piensen que si se hubiesen cuidado no tendrían la enfermedad.

Alternativas para sobrellevar las condiciones

La Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) sostuvo que estudios evidencian que los síntomas depresivos aparecen dos años después del diagnóstico de la enfermedad. Luego, estos síntomas pueden disminuir —como sucedió con Kelvin, quien lleva 14 años con la enfermedad—. Ahora el joven ve su condición como algo normal y mantiene un tratamiento adecuado.

De no ser así y continuar con los síntomas, Torres recomendó que los pacientes participen de grupos de apoyo. Según la APA, estos grupos de apoyo están compuestos por otras personas que experimentan desafíos similares, por lo que no solo contribuye al bienestar del paciente, sino que le proporcionan oportunidades para ayudar a otros.

La experta añadió que se busque consejería de algún profesional de salud mental para que comience a trabajar en el proceso de aceptación de la condición. Buscar esta ayuda puede evitar que los síntomas continúen y haya una hospitalización.