El enebeísta José Juan Barea regresó hoy, sábado, a la Academia de la Inmaculada Concepción en su natal Mayagüez, donde estudió desde el quinto hasta el undécimo grado, para recibir el reconocimiento de los estudiantes que le suceden en el deporte del baloncesto y la dedicatoria del torneo escolar, que a partir de este año lleva su nombre.

El armador de los Mavericks de Dallas aprovechó el receso en la campaña de la NBA por las festividades del Juego de Estrellas, para visitar a su familia en Puerto Rico. En esta ocasión, separó la fecha, en el único fin de semana que tiene libre entre octubre y junio, para también compartir con los jóvenes deportistas de Mayagüez.

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El destacado deportista acudió al evento acompañado de sus padres, Jaime Barea y Marta Mora; por su novia, Viviana Ortiz, y por su pequeño hijo, Sebastián José, quien vestía ropa alusiva al equipo en el que juega su famoso papá.

J.J. Barea recibió proclamas y reconocimientos, una copa símbolo del torneo en el que juegan 1,300 deportistas de 87 equipos escolares, de todas las categorías, y otros regalos. Además, se anunció el retiro de la camiseta con el número cinco del equipo de los Knights de la Inmaculada, la misma que vestía el ahora astro boricua cuando jugaba allí.

Según describió el atleta, regresar a los pasillos de su escuela fue rememorar los inicios de su pasión por el deporte. En la Inmaculada, Barea no solo perteneció al equipo de baloncesto. Fue también parte de la selección de volibol y solía jugar fútbol americano con sus compañeros en el patio del plantel.

“Para mí estos ‘wikenes’ en los que se celebraban torneos eran los mejores momentos de mis días”, recordó cuando tuvo la oportunidad de dirigirse desde una tarima al público de padres y estudiantes que aguardaban entusiasmados por verlo y escucharlo.

“Yo he viajado el mundo, he jugado en NBA, en la Selección Nacional, pero ir por Puerto Rico, con los 10 muchachos del equipo de la escuela y los ‘coaches’, ir por los diferentes pueblos a jugar de viernes a domingo hasta que perdiéramos, era todo para mí”, dijo al exhortar a los más jóvenes a disfrutar esa etapa en la vida, y a los padres, para que sigan apoyando a sus hijos en el deporte.

La visita al colegio le sirvió también para reencontrarse con José Alicea, su antiguo “coach”, quien lo dirigió en distintas instancias de su vida desde los dos años y medio, incluyendo el tiempo en el que perteneció al equipo escolar.

Al reencontrarse con el dirigente, Barea recordó la ocasión en que se enfrentaría a uno de los equipos contra el que más detestaba perder, el del Colegio San Benito. Dijo que ese día quiso practicar antes del juego, y llegó un minuto tarde al partido, por lo que Alicea no le permitió jugar en ningún momento.

“Yo me quité y tiré la camisa, tiré lo otro y no me dejaron jugar. Par de semanas después, me di cuenta (de lo que significaba). Nunca más he llegado tarde a un juego, ni a una práctica, por esa enseñanza que me dieron”, contó Barea.

Durante la emotiva visita a la escuela fueron muchos los que le pidieron a Barea el autógrafo en alguna bola de baloncesto o camiseta y también posaron para fotografiarse junto a él. El laureado jugador no tuvo reparos en complacerlos y reconoció que su presencia allí era una motivación para los que van tras sus pasos.

Y es que para él mismo era una motivación ver a jugadores superiores entre las gradas cuando jugaba para su escuela.

“Yo creo que el verme aquí los motiva y los hace querer ser mejores jugadores, tener un poco más de energía. Con este torneo, se distraen en algo bueno y para mí eso es lo más importante”, puntualizó.