Nota de la editora: Con motivo del décimo aniversario -este 15 de agosto de 2014- del histórico triunfo de la selección nacional de Puerto Rico ante el, hasta entonces, invencible “equipo de ensueño”, en primerahora.com revivimos la crónica que publicó la edición impresa de Primera Hora al día siguiente.  

Atenas, Grecia.- Al menos por una noche, el mundo entero dio una vuelta, nos prestó toda su atención y se rindió a nuestros pies.

Doce hijos de esta patria lograban lo inimaginable en suelo ateniense. Hacían retumbar las murallas de Troya al derrotar al país más poderoso del mundo en el juego que ellos inventaron, pero que ya -ha quedado claro- no les pertenece. El baloncesto ahora es patrimonio del mundo y en la noche de ayer ningún país lo jugó mejor que Puerto Rico.

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Armados de coraje y bravura, y guiados sabiamente por el general de campo, Carlos Arroyo, el seleccionado nacional humilló al combinado de Estados Unidos al vencerlos vía paliza, 92-73, en la apertura del torneo de baloncesto de los Juegos Olímpicos de Atenas.

Hasta los griegos que asistieron a ver el partido en la Arena Helliniko dejaron claro desde el primer momento de qué lado estaban: del de los boricuas. Celebraban cada canasto y cada gestión defensiva como si hubiese sido uno de los suyos el que la hizo. Se unían a los coros que iniciaban al menos 50 puertorriqueños que se dieron cita en el coliseo ateniense para dar la sensación de que, en Atenas, Puerto Rico jugaba como local.

La victoria de los boricuas es histórica y contundente, tanto por su resultado como por su significado. Anterior a la noche de ayer, Estados Unidos había jugado 111 partidos en Juegos Olímpicos de los que sólo había perdido dos, el último de ellos hace 16 años en las Olimpiadas de Seúl. Ganadores de 12 de las 14 medallas de oro que se han repartido en la historia del baloncesto de los Juegos Olímpicos, se puede decir -sin temor a equivocarse- que los estadounidenses son los dueños del espectáculo. Más aún, desde que jugadores de la NBA comenzaron a participar en los Juegos Olímpicos (Barcelona 1992), ningún conjunto conformado a base de talento de la mejor liga del mundo había perdido un juego. Su marca era de 24-0. Hasta ayer.

Un equipo de Puerto Rico con mucha determinación, que en ningún momento regaló nada, fue el que impuso las reglas del juego desde el silbato inicial. El cuadro regular de los nuestros estaba compuesto por Carlos Arroyo, Larry Ayuso, Rolando Hourruitiner, Daniel Santiago y la columna central del quinteto, José “Piculín” Ortiz. Al lado del cuadro gringo, integrado por los enebeístas Allen Iverson, Stephon Marbury, Richard Jefferson, Lamar Odom y Tim Duncan, nadie se hubiese atrevido a entablar comparaciones, ni mucho menos. Sin embargo, no hizo falta. Los cinco nuestros opacaron a los cinco contrarios, a pesar de que nos aventajaban físicamente. Así de sencillo.

Puerto Rico saltó al frente en el marcador tras 17 segundos de juego gracias a las prodigiosas manos de Larry Ayuso, quien de entrada sirvió la especialidad de la casa: un canasto de tres puntos para poner la pizarra, 3-0. Por los nueve minutos con 43 segundos restantes del primer cuarto, ambos quintetos se enfrascarían en un duelo al que los boricuas nunca rehuyeron.

El primer cuarto finalizaría 21-20 para los boricuas.

En el segundo parcial, la defensiva puertorriqueña subió su nivel. Arroyo comenzó a trabajar su magia y se echó el equipo al hombro. Anotó 24 puntos, realizó siete asistencias y recogió cuatro rebotes en todo el juego. Fue el ente creativo en los pases, el cerebro generador de ideas y el latido más fuerte de un equipo que funcionaba como el corazón de un maratonista: sereno, pero constante.

Entretanto, jugadores como Daniel Santiago –quien jugó un partido brillante y sacrificó su cuerpo como nadie– y “Piculín” Ortiz, quien hizo olvidar su edad, se ajustaron a sus roles. Eddie Casiano, quien salió del banco, también fue letal en este parcial, al servir cestas triples que fueron empañando la imagen de invencibilidad de los estadounidenses.

Con el partido 24-22, arriba Puerto Rico, los canasteros boricuas se fueron en fuga y confeccionaron un rally de 11 puntos al hilo que los colocó arriba 35-22. La fanaticada ya comenzaba a sospechar. ¿Puerto Rico arriba por 13? Eso no era nada comparado con lo que seguía a continuación.

Tras la Selección Nacional ganar el primer tiempo, 49-27, a la Arena Helliniko comenzaron a llegar fotógrafos y medios de prensa. Se había corrido la voz. El bosque estaba en llamas y todos querían ver el árbol más grande caer. Y lo vieron.

Terminado el tercer cuarto, los boricuas todavía seguían al frente (65-48). En el banco de Estados Unidos las caras parecían talladas en piedra. La seriedad era la orden del día. Pero, surgió la figura del estelar centro Tim Duncan, quien parecía obstinado, él solito, en salvar el honor estadounidense. Logró acercar a Estados Unidos a ocho puntos (69-61) con dos tiradas libres.

Pero, una vez más, Arroyo saldría al rescate de los boricuas y clavaría un canasto de tres puntos que devolvió la tranquilidad a las huestes puertorriqueñas (72-61), con 5:57 por jugar. Los gringos intentaron, pero la de ayer no era su noche.

La historia pertenecía a un equipo que, sin jugar siquiera un partido en las Olimpiadas, ya era cuestionado constantemente por los expertos, quienes sólo hablaban de sus dudas, pero no de sus virtudes. Los mismos expertos que hoy, junto al resto del mundo, se rinden a sus pies.

El día en que los XXVIII Juegos Olímpicos de Atenas cumplían dos noches de edad, fue Puerto Rico quien se convirtió en el protagonista de la jornada al derrotar a su similar de Estados Unidos, 92-73, para conquistar así uno de los triunfos más grandes en la historia del baloncesto nacional.