El pasado jueves arrancó una nueva temporada de la National Football League (NFL), la liga deportiva más popular y más poderosa de Estados Unidos y del planeta, con ingresos que ascienden a casi $14,000 millones anuales.

Pero entre esa popularidad, los estadios repletos y la opulencia de eventos como el Super Bowl, ha comenzado a escurrirse un fantasma: el que componen las conmociones cerebrales (concussions, en inglés) y un mal conocido como CTE, o encefalopatía traumática crónica, cosas que podrían colocar a la NFL en una encrucijada en un futuro no muy lejano.

El neuropatólogo Bennet Omalu, popularizado en el filme Concussion, fue el especialista que en el 2002 encontró y publicó evidencia que vincula las lesiones cerebrales con el football y la demencia. 

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En julio, el diario The New York Times publicó un informe especial sobre el CTE revelando que un estudio aparecido en el Journal of the American Medical Association encontró evidencia de CTE en 202 cerebros de exjugadores de football, incluyendo de ligas profesionales, colegiales y escuela superior, que fueron donados y estudiados.

De esos 202, 111 eran de ex jugadores de la NFL, y 110 de ellos mostraron evidencia de haber padecido de la condición, que en vida se puede manifestar con comportamiento agresivo, explosivo o impulsivo, problemas de memoria,  confusión, depresión, demencia y alto riesgo de suicidios.

El CTE es una enfermedad degenerativa que comúnmente se ha encontrado en los cerebros de atletas profesionales que participan de deportes de contacto en los que el cerebro sufre de traumas repetitivos, como las conmociones cerebrales, o golpes constantes.

 Luego de sus respectivos suicidios, a jugadores como el hall of famer Junior Seau y el safety Andre Waters se les encontró CTE a ambos. 

 El problema con el CTE es que su presencia solo puede verificarse mediante una autopsia, y los síntomas pueden comenzar a manifestarse entre ocho y 10 años, luego de episodios de lesiones cerebrales repetidas.

Días después de la publicación en julio, John Urschel, ofensive lineman de los Ravens de Baltimore y candidato a un doctorado en matemáticas aplicadas, anunció que se retiraba de la NFL a los 26 años, luego de solo tres temporadas en la liga.

Urschel, estudiante de MIT, le comentó al programa de HBO Real Sports que temía que los golpes y la posibilidad de desarrollar CTE afectaran su capacidad para el razonamiento matemático.

Días antes, Andrew Hawkins, de los Patriots, le puso fin a su carrera a los 31 años y decidió donar su cerebro a estudios para el CTE.

En abril del 2016, A.J. Tarpley, linebacker de los Bills de Buffalo, anunció su retiro del football a los 23 años y luego de solo una temporada en 2015.

En esa campaña sufrió dos conmociones cerebrales y dijo que decidió alejarse “del deporte que amo para preservar mi salud futura”, según le dijo a CBS Sports.

Trece meses antes, en marzo del 2015, el linebacker de los 49ers, Chris Borland, también se retiró a los 24 años, después de una gran campaña como novato, citando preocupación por su salud.

Queda por verse si la NFL, que en el 2015 suscribió un acuerdo de alrededor de $1,000 millones en los próximos 65 años para atender las necesidades médicas de sus atletas retirados, está destinada a ver cada vez menos jugadores desarrollándose desde la niñez por el temor a sufrir CTE en el futuro o si se entró en la era de las carreras deportivas de cinco años o menos.