Suena a cliché porque es un cliché, pero de verdad parecería que fue ayer.

Y es que justo cuando estamos celebrando la llegada de una nueva medalla de oro olímpica para Puerto Rico, el viernes 13 de agosto se cumplen cinco años de la gesta de Mónica Puig que le arrancó lágrimas de orgullo a muchos y quedó plasmado como tal vez el momento deportivo más grande de la historia puertorriqueña.

Ese día, un sábado, Puig le regaló a Puerto Rico una demostración de fortaleza mental y determinación para derrotar a la alemana Angelique Kerber por 6-4, 4-6 y 6-1 para reclamar la primera presea dorada boricua en siete décadas de participación olímpica activa, algo nunca visto por generaciones y generaciones de puertorriqueños.

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“Esto es para ellos, definitivamente es para ellos”, le dijo Puig a Primera Hora tras el encuentro, sin poder contener las lágrimas, dedicándole el triunfo a sus compatriotas. “Puerto Rico pasa por momentos difíciles. Necesitaban esto. Yo necesitaba esto. Espero que esto nos una. Estoy orgullosa de ser de donde soy”.

La gesta de Puig no fue significativa solo por el metal ganado, sino porque en esa final, en el tercer set, le pasó el rolo a la que entonces era la número uno del mundo, Kerber, lo que engrandeció su logro.

En la ronda anterior ya Puig había asegurado la mejor posición para una atleta boricua en una olimpiada al asegurar al menos plata derrotar en semifinales a la checa Petra Kvitova por 6-4, 1-6 y 6-3.

Además venció a la española Garbiñe Muguruza en octavos de final, quien era la cuarta del mundo. Así que en su ruta a la cima del tenis olímpico derrotó a dos de las mejores 10 tenistas del planeta.

La celebración en la Isla inició cuando picó la pelota para el último punto frente a cientos de miles de televisores y pantallas a lo largo y ancho de la Isla. Y también en las gradas del complejo de tenis de Río de Janeiro en que se registró el momento, donde había decenas de puertorriqueños animando a Puig.

Escuchar La Borinqueña sonar mientras la Monoestrellada subía al lugar más alto es un momento grabado en la memoria colectiva y en la personal de decenas de miles de boricuas. Al igual que las imágenes de las lágrimas de orgullo de Mónica.

Pero eso no terminó ahí.

Fue el 23 de agosto que finalmente Puig fue abrazada por su pueblo en una fiesta con caravana que recorrió lugares del área metropolitana y finalizó frente al Coliseo de Puerto Rico.

Cinco años después, mientras nos preparamos para festejar a otra atleta dorada de Puerto Rico, Jasmine Camacho Quinn, que tendrá su festejo este martes, de seguro habrá sensaciones de nostalgia y orgullo por aquel 13 de agosto de 2016, un día en que fuimos uno por cortesía de Mónica Puig Marchán.

En una gesta sin precedentes en el deporte boricua, Mónica Puig ganó la primera medalla de oro olímpica para la isla.