Los Ángeles.- Desde Downtown hasta Long Beach, y entremedio de USC y UCLA, lo que se palpa es hermandad por estos días. En la calle, en el metro, en los hoteles, en los comercios y muy especialmente en las universidades sede de los Juegos Mundiales de Olimpiadas Especiales.

Se trata de empatía, sensibilidad, solidaridad. En fin, de inacabables demostraciones de afecto hacia los atletas, sus entrenadores y familiares, para conseguir que su paso por este evento sea memorable, no solo por la ejecutoria deportiva de cada cual, sino por la experiencia general vivida.

Los 30 mil voluntarios que hacen posible estos Juegos son las piezas claves de este esfuerzo. Están en todas las esquinas, con sus camisas azules o verdes, fácilmente distinguibles a la hora de pedir ayuda.

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Lo mismo hay viejos que adolescentes, jubilados y estudiantes, de distintas etnias y con diferentes lenguas maternas, pero unidos en un solo propósito.

Cuando llegan las delegaciones a los complejos deportivos, los reciben con aplausos, les ayudan a bajar de los autobuses y los acompañan a sus respectivos puestos.

Una vez en competencia, hay voluntarios encargados de escoltar a los atletas a su entrada, lo que suele hacerse por el centro de la instalación para que sean vistos y reciban el aplauso del público.

En atletismo, por ejemplo, cuando los corredores llegan a la meta son recibidos por voluntarios que los abrazan, los felicitan o los consuelan.

Y siempre hay un grupo en las gradas, acomodado estratégicamente en el tramo final del óvalo, cuya misión es aplaudir fuerte y gritarles a los corredores que se quedan rezagados para que completen con ánimo sus pruebas.

En esos instantes, el público también se pone de pie y demuestra su solidaridad.

Caminando por la Universidad de Sur de California (USC) o la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), se les ve deteniendo a los atletas para tomarse fotografías juntos, intercambiar los "pins" (recordatorios de cada país) que llevan en la cinta de sus credenciales, saludarlos con manos gigantes de goma y vitorearlos con pompones.

Las ceremonias de premiación son particularmente emotivas.

En estos Juegos se premian todas las posiciones, las primeras tres con medallas y hasta la octava con cintas. Esa es la manera de demostrarles a los atletas el valor de su esfuerzo, más allá del resultado final.

Luego de que cada atleta es premiado, el maestro de ceremonia les pide a los familiares que reconozcan el esfuerzo de todos. Entonces, mientras estos aplauden y toman fotografías, los voluntarios extienden sus brazos hacia arriba y procuran que los atletas hagan lo mismo, consiguiendo en la mayoría de las ocasiones que se tomen de las manos y celebren juntos.

Estos son los Juegos del “sí se puede” y “lo lograste”, y un batallón de gente se encarga diariamente de recordárselo a los atletas, aunque no los conozcan ni hablen el mismo idioma.