El 6 de julio, millones de fanáticos del cine en general y de la enorme creación de Francis Ford Cóppola, “El Padrino”, en particular, se sintieron conmovidos por la triste noticia: el legendario actor James Caan, que en las dos primeras películas de la saga interpretó a Sonny Corleone, había muerto.

La noticia fue dada a conocer a través de un mensaje compartido en la cuenta oficial de Caan en Twitter, un día después de su deceso.

“Con gran tristeza les informamos el fallecimiento de Jimmy en la noche del 6 de julio. La familia agradece las muestras de amor y las sinceras condolencias, y les pide que sigan respetando nuestra privacidad durante este momento difícil”, expresaba el comunicado.

La falta de precisiones del escueto comunicado y el silencio de familiares y allegados generó un cierto misterio sobre la causa de su muerte. Finalmente, este sábado el sitio TMZ publicó el certificado de defunción del actor y despejó todas las dudas: el documento asegura que su fallecimiento se debió a una combinación de problemas cardíacos que incluyeron un ataque al corazón y una enfermedad de las arterias coronarias, el padecimiento más común en los Estados Unidos.

Además, el certificado indica que Caan, que tenía 82 años al momento de su partida, sufría, también, de una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y de una insuficiencia cardíaca congestiva. También, dio algunos detalles hasta ahora desconocidos: murió a las 21.02 en el Centro Médico Ronald Reagan, ubicado en la ciudad de Los Ángeles.

Una vida de película

“Pasé por un período muy autodestructivo, en donde me comporté como un salvaje. Ahora me siento un poco más en paz conmigo mismo”.

Empezaba el año 2000 y James Caan parecía dispuesto a dejar atrás un pasado incómodo. Lo había tanto ablandado la llegada, dos años atrás, de su quinto hijo, Jacob Nicholas, que en ese momento confesaba ante la prensa que prefería más la paternidad a la actuación.

“Es que tuve dos hijos con la misma mujer y ese es todo un signo de madurez para mí, ¿no te parece?”, se preguntaba y era imposible no decirle que sí al inesperado gesto de ternura de quien fue uno de los grandes duros de la pantalla en el último medio siglo, tan especializado en papeles de mafioso que se esforzó muchas veces por evitarlo.

Pero, el destino quiso que toda la vida artística de James Caan, reconocido de manera unánime como uno de los mejores intérpretes de su generación, sea recordado por un único e inconfu,ndible personaje. El tosco e irascible Sonny compuesto por Caan es uno de los retratos humanos más logrados deEl padrino” y también uno de los más populares para el público que sigue celebrando, 50 años después de su estreno, la obra maestra de Francis Ford Coppola.

Por entonces, Caan ya tenía sobre sus espaldas una década de sólido recorrido en el cine y la TV, gracias a apariciones juveniles destacadas en dos de los últimos films de Howard Hawks (”Línea roja 7000″ y el western “El dorado”) y su vigorosa y conmovedora personificación de Brian Piccolo, una gran estrella del fútbol americano prematuramente fallecida, en el telefilm “Brian’s Song”, papel que lo nominó al Emmy.

Caan llevó la incontenible agresividad de Sonny, el primogénito de Vito Corleone, a la vida real. El actor Gianni Russo, que personifica en “El padrino” a Carlo Rizzi, el esposo golpeador de la única hija de Don Corleone, contó más de una vez que en la escena en la que ambos pelean sufrió de parte de Caan varios golpes que no estaban previstos en el guion.

“Improvisó algunas cosas como ese pequeño palo de madera que me lanzó cuando caí de la escalera. Me golpeó en la cabeza con eso y luego me lanzó por encima de una baranda para morderme las manos. Tuve que arrastrarme hasta que me paró con una patada. Nada de eso debía pasar. Terminé con un codo y dos costillas fracturadas. Queda claro que Jimmy y yo no somos amigos para nada. El tipo estaba loco”, contó Rizzi muchos años después.

Caan siempre contó que la actuación no lo atraía especialmente y que se dejó llevar hacia ese mundo solo porque quería tomar distancia del mundo que había conocido junto a su padre, un inmigrante judío que se estableció en el barrio neoyorquino de Queens como comerciante de carne kosher.

“Lo único que me importaba era no seguir los pasos de mi padre. Hice de todo para lograrlo. Hasta fui a la universidad, pero no porque fuera inteligente. Después no sabían cómo hacer para echarme”, recordaría años después el actor nacido el 26 de marzo de 1940 en el Bronx.

Cumplió durante un tiempo el mandato familiar subiendo y bajando medias reses en el mercado neoyorquino de la calle 14 mientras estudiaba en Sunnyside, en Queens, y empezaba a destacarse en varios deportes, como el baloncesto.

Su contextura física, que luego aprovecharía en el cine, le permitió probar suerte sucesivamente como empleado de seguridad en clubes nocturnos, salvavidas, consejero en campamentos de verano y camarero. Estudió en las universidades de Michigan y Hofstra y decidió sumarse a la compañía Neighborhood Playhouse, junto a la cual debutó en Broadway en 1960 con una puesta de “La ronda”.

Empezaría en el cine tres años después, primero con una brevísima aparición en “Irma la dulce” (sin figurar en los créditos) y enseguida, con mucho más reconocimiento, en el thrillerDiez horas de terror”, junto a Olivia de Havilland.

Después de “El padrino”, Caan se afirmó como una de las figuras más atractivas del cine en los años 70. Durante esa década fue el galán de Barbra Streisand en “Funny Lady” y en la variante estadounidense deUn hombre y una mujer”, también dirigida por Claude Lelouch (”Otro hombre y otra mujer”, junto a Genevieve Bujold).

Se lució durante ese tiempo en varios géneros: el thriller (”Aristócratas del crimen”, “El jugador”), el drama romántico (”Llega un jinete”), el film bélico (”Un puente demasiado lejos”) y la comedia (”La banda de la mala pata”). Pero, el gran papel de esa época, una de las mejores de su carrera, lo tuvo en la violenta y alegórica “Rollerball”, para cuyo rol protagónico parecía estar naturalmente dotado.

El gran personaje posterior de Caan es el del meticuloso profesional del robo que interpreta en “Mi profesión: ladrón” (1981), uno de los primeros films de Michael Mann.

Más tarde seguiría ese camino de notable versatilidad en películas comoJardines de piedra” (de nuevo dirigido por Coppola), “Por los muchachos”, “Una novia de dos novios”, “El protector y Mickey ojos azules”, en el que se divirtió parodiando al mismo personaje de mafioso que tantas veces encaró con toda seriedad. De todo ese tiempo, nadie olvidará su aparición como el novelista secuestrado y maltratado por una enajenada fan (Kathy Bates) en “Misery”, gran adaptación de un relato de Stephen King.

Apostó en la madurez de su carrera por obras de destacados directores como James Gray (”La traición”) y Lars von Trier (”Dogville”) mientras volvía a lucirse en la televisión, en este caso como figura de la exitosa serieLas Vegas” como un exagente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, en inglés) transformado en gerente de un casino.

Tuvo cuatro matrimonios y cinco hijos (uno de ellos, Scott, siguió la carrera actoral paterna con cierto reconocimiento).