Es una dinámica conocida por muchos. La madre que con el paso del tiempo se comporta como si todavía fuera una adolescente o estuviera en sus veintes. Toma prestada la ropa de moda de su hija, está pendiente de salir a los mismos lugares de jangueo que ella y le encanta decir a todos que su hija, más que hija es “su mejor amiga”. 

“Toda mi vida ella se ha comportado conmigo como si fuera mi hermana. Quizás es porque me tuvo a los 16 años, así que prácticamente me crié con ella y con mi abuela, quien realmente era la figura de autoridad en mi vida”, comenta “Viviana”, quien pidió ocultar su nombre verdadero. 

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“Cuando ella sale embarazada de mí, apenas vivió con mi padre unos meses. Él tenía la misma edad que ella. Se dejaron y cuando ella tenía 24 se casó con otro hombre, de quien seis años después se divorció”, recuerda la mujer, quien hoy cuenta con 36 años. “Al principio que comenzamos a salir como panas, no me molestaba. Me parecía divertido. Pero luego me chocaba el que quería competir en que se viera tan a la moda o más que yo, o cuántos chicos atraía o en el empeño en ser cool con mis amigas como si fuera una más de ellas”. 

Viviana recuerda que “la relación se comenzó a afectar cuando yo empecé a tener una pareja formal. Entonces ella resentía que ya no pasáramos tiempo juntas para salir, en especial porque no tenía amigas de su edad con sus mismos intereses. Y ahí, más todavía, comencé a caer en cuenta de que no contaba con una madre pendiente de mí, como se comportaba mi abuela. Hasta llegué a pensar que me utilizó para compensar la juventud que no tuvo. Aunque llegó el momento en que lo conversé con ella, tomó tiempo que ella lo aceptara. Hoy día nos entendemos un poco mejor como madre e hija, pero ha requerido compromiso de ambas partes para lograrlo”. 

Confusión de roles 

La psicóloga Noemí Bernier Domínguez, explica que “el ser humano es uno en formación y cambiante de acuerdo con su etapa en desarrollo. En ocasiones el comportamiento de las madres con sus hijas resulta ser igualitario y competitivo entre ellas, ocasionando una confusión de roles”. La especialista en conducta humana destaca que “cada vez hay más y más madres que quieren verse como eternas adolescentes, y se niegan a afrontar los cambios con la edad. En psicología se conoce el ‘El síndrome de Peter Pan’, y se aplica tanto a hombres como a mujeres. Consiste en aquellas personas que se han quedado estancadas en determinada edad, y no admiten el paso del tiempo y cambios de etapas”. 

Entre las causas que pueden originar este comportamiento, enumera “trauma en la adolescencia, inmadurez y poca inteligencia emocional, falta de realización personal, así como haber sido madre a temprana edad”. La doctora añade que la sobrevaloración hacia la juventud es otro de los factores que pueden contribuir en este comportamiento. “Hoy en día los medios de publicidad tienden a exagerar el valor de la juventud, donde es exaltado como la generación donde representa el mayor valor social, que es donde serán siempre bellas e importantes. Esto lleva a creer que a cierta edad las personas van perdiendo valor y tienden a menospreciar sus roles”. Por otro lado, para algunas, es el “pensar que de esa forma pueden estar en más contacto con sus hijas, perdiendo de perspectiva que esto puede propiciar una perdida en adquirir un patrón de referencia del rol de la madre y convertirse en uno de competitividad”.

¿Envidia?

Ante las razones para querer comportarse como la hija, la psicóloga explica que es posible “que la causa mayor sea la envidia o competencia con su hija. Probablemente, donde la madre desearía vivir lo que ella no pudo vivir en su juventud, o porque no acepta que ya esa etapa pasó y ahora le toca a su hija vivirla” provocando en la madre “mucha frustración”. 

Entre las consecuencias de adoptar este tipo de comportamiento, la doctora advierte que “afecta la relación de madre e hija, resaltando un ambiente confuso, perturbador y de mucha confrontación entre ambas, pudiendo provocar un conflicto permanente donde las reacciones puedes ser ofensivas e irrespetuosas”. Además, “el rol de las madres es una referencia para sus hijas de lo que debería ser, por lo tanto, la hija no podría encontrar un patrón de referencia donde apoyarse para admirar y modelar”. 

Una dinámica como esta también provoca situaciones incómodas en la madre. Bernier Domínguez menciona que puede generar “conflictos en la relación con su hija, otros miembros de la familia y sus amistades”. Además, “la baja autoestima, falta de madurez y falta de confianza en ellas mismas” son otras consecuencias de obrar con este comportamiento, así como el “cambio de roles, dejando a sus hijas sin un modelo a seguir”. La psicóloga también hace referencia “al miedo de verse maduras y caen en la trampa de querer verse siempre como adolescentes”.

La psicóloga alerta que “este tipo de comportamiento pudiera afectar a todo el sistema familiar, ya que los conflictos de lucha de poder y competencia trastocan las relaciones saludables”. Esto abarca incluso si la madre está en una relación de pareja, cuya dinámica entre ambos “puede afectarse por no estar en la misma madurez y aceptación de su etapa de adultez. Los intereses podrían ser diferentes a los de tu pareja y por tal razón trae diferencias de criterios y aumento de las discusiones. No obstante, si son ambos padres y se encuentran en este comportamiento, de creerse que aún son adolescentes, pudiera ser un factor confuso y perturbante, siendo probable afectar la estabilidad y modelaje hacia los hijos”. 

No lo calles

Si esta situación te molesta, lo ideal es hablarlo. Debes dialogar directamente con tu mamá, así como “buscar llegar a algunos acuerdos donde se establezcan los límites”. Si a pesar del acercamiento la situación continúa, “sería esencial buscar ayuda profesional para que ambas puedan restablecer la relación de madre e hija”.

Como parte del proceso de sanación, la psicóloga advierte que lo más recomendable “cuando una madre identifica que tiene una competencia con su hija”, sería reconocer “que siente envidia”. También, “identificar cuáles son las razones que la mueven a realizar este tipo de conducta y competencia”. Dialogar con su pareja y demás familiares del hogar, “especialmente con su hija”, es una prioridad, así como considerar “buscar ayuda profesional para que le brinde herramientas para lograr restablecer el sistema familiar”. 

Para concluir, Bernier Domínguez resalta que “cada mujer debe disfrutar cada etapa de nuestras vidas, porque cada edad tiene sus encantos, sus experiencias y se puede madurar para encontrar la felicidad, es parte de la vida y así lo debemos aceptar. Sí es importante como madres poder mantener ese cuidado que ayuda a verse elegante, sofisticada y cuidando la salud para disfrutar de las etapas de las hijas”.

¿Te identificas? 

La psicóloga Noemí Bernier enumera varios indicadores típicos en mujeres con este tipo de conducta: 

Le gusta lucir ropa o vestimenta con un estilo demasiado juvenil.

Muestran un cambio en el maquillaje, accesorios y estilo de cabello. 

Se comportan con una actitud más coqueta hacia los hombres más jóvenes.

Prefieren asistir a actividades sociales para divertirse, pero no en su rol de madre.

Optan por cirugías plásticas para verse más jóvenes.