Hay algo que sabemos, pero olvidamos: no solo habitamos los espacios, también interactuamos energéticamente con ellos. Dormimos, trabajamos, criamos a nuestros hijos y atravesamos duelos en el mismo lugar. Nuestra casa, nuestra oficina, incluso ese consultorio donde pasamos horas poseen sus propias radiaciones que influyen en nuestra vida más de lo que imaginamos.

¿Y si el insomnio no viniera solo del estrés? ¿Y si ese cansancio constante tuviera relación con el terreno donde está construido tu hogar? ¿Y si nuestras casas fueran el origen de esas dolencias que no tienen diagnóstico médico y nunca sanan?

Todos estos interrogantes encuentran respuestas en una disciplina llamada “domoterapia”, poco conocida en nuestro país. El término surgido en Francia en 1984 combina “domus” (casa, en latín) y “therapeia” (tratamiento, en griego), y alude a la aplicación de técnicas radiestésicas para diagnosticar y armonizar desequilibrios energéticos en los espacios habitados.

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Las alteraciones pueden deberse a múltiples factores: radiaciones telúricas, fallas geológicas, venas de agua subterránea, instalaciones eléctricas mal ubicadas, campos electromagnéticos y también energías más sutiles, como impregnaciones históricas o presencias residuales. Todas ellas pueden incidir negativamente en la salud física, emocional y mental de quienes habitan esos lugares.

En países como Alemania, Francia, Suiza y Bélgica, esta perspectiva es parte de políticas públicas: existen protocolos que exigen diagnósticos geobiológicos previos a la construcción para evitar zonas consideradas geopatógenas. Allí, la arquitectura, la medicina ambiental y la geobiología trabajan en conjunto para promover lo que llaman “bienestar del hábitat”. La idea central es clara: si el entorno está alterado, nuestra vitalidad también se ve comprometida.

Aunque en nuestra cultura todavía se vea con cierto escepticismo, la domoterapia ofrece un abordaje integral que no reemplaza a la medicina, pero puede complementarla eficazmente. Detectar qué zonas de una casa enferman -y cómo corregirlas- puede ser una herramienta poderosa para restablecer el equilibrio personal y familiar.

La domoterapia no reemplaza a la medicina, pero puede ser su aliada. A veces, para mejorar el insomnio no hace falta una pastilla sino mover la cama de lugar. Y otras veces lo que nos cuesta soltar no es una emoción, sino una energía vieja atrapada en las paredes.

Quizás no haga falta mudarse para empezar de nuevo. Quizás, basta con sanar el lugar donde estamos.