Un equipo internacional de investigadores ha corroborado que los efectos de la actividad física continúan incluso cuando cesa el movimiento, y que el ejercicio incrementa el gasto energético sin que el cuerpo humano reduzca el consumo que necesita para funciones vitales, como la respiración o la circulación.

Un estudio liderado por la universidad estadounidense Virginia Tech, en el que han participado las universidades de Aberdeen (Reino Unido) y Shenzhen, (China) y en el que han colaborado también varios investigadores españoles, ha demostrado la idea de que moverse más equivale a gastar más energía, sin que ello tenga otras compensaciones metabólicas significativas; este lunes publican los resultados de su trabajo en la revista PNAS.

El estudio analizó el “presupuesto energético” de 75 adultos de entre 19 y 63 años, cuyos niveles de actividad iban desde el sedentarismo hasta la práctica de carreras de ultra resistencia.

Para medir su gasto energético total, los participantes ingirieron isótopos de oxígeno e hidrógeno, y durante dos semanas se registraron las variaciones en sus muestras de orina junto con sus movimientos mediante sensores portátiles.

Los resultados revelaron que cuanto mayor es la actividad física, mayor es la quema de calorías, independientemente de la composición corporal, y que el cuerpo ‘sabe’ administrar su presupuesto energético y no reduce la energía destinada a funciones básicas como la respiración o la circulación sanguínea.

El ‘presupuesto energético’ de una persona funciona de dos maneras: como un salario fijo donde la energía se redistribuye desde otras funciones para cubrir el coste del movimiento, o como un sistema flexible, basado en comisiones, que es aditivo y permite un mayor gasto energético.

El equipo quería determinar qué modelo explica mejor cómo cambia realmente el presupuesto energético según los diferentes niveles de actividad física, y comprobó que las personas más activas también pasan menos tiempo sentadas, lo que respalda el modelo energético “aditivo”, y que esas personas tienen menos probabilidades de pasar largos periodos de inactividad.

La investigación confirma que los beneficios del movimiento persisten incluso cuando el cuerpo deja de moverse, y en definitiva que ser más activo realmente impulsa el gasto energético total y contribuye a tener una vida más saludable.

En el trabajo han participado los españoles Guillermo Zorrilla, investigador en el Laboratorio de Evolución Humana de la Universidad de Burgos (norte), y la profesora de la Universidad Europea de Madrid Olalla Prado, quien investiga sobre la evolución del metabolismo energético humano.

Guillermo Zorrilla explicó a EFE que compararon además poblaciones de varios lugares del mundo donde los niveles de actividad física son muy elevados con otras de países occidentales más sedentarias, y ha explicado que cuando el ejercicio físico es mayor y aumenta el gasto energético se activan unos “mecanismos compensatorios” que evitan que se superen unos límites que pudieran afectar a funciones vitales del organismo.

Sería como si las personas que más ejercicio o actividad física realizan tuvieran un mayor “presupuesto energético”, resumió el investigador.