De Santa Isabel al mundo: Boricua hace historia con prestigiosa beca científica en Australia
Luis Valentín fue aceptado en el Human Frontier Science Program Fellowship.

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Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.
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El santaisabelino Luis Valentín Alvarado ha hecho historia científica, pues es uno de 50 personas a nivel mundial que ha sido aceptado en el prestigioso Human Frontier Science Program Fellowship (HFSP) en Australia, una de las becas más competitivas del planeta.
“Yo no lo esperaba”, admitió el puertorriqueño, radicado en la ciudad de Melbourne, en entrevista con Primera Hora.
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“Sabía que tenía la credencial para aplicar, pero decía ‘diantre no lo voy a poder lograr, porque son 50 (personas)‘. Éramos 4,000 al principio y, luego, se reduce a 1,200 y de ahí escogen 50”, narró.
El hito de Valentín Alvarado cobra más importancia pues, este año, solo se seleccionaron al 8% de los solicitantes. A su entender, además, es el primer puertorriqueño en cualificar para esta beca.
Por los próximos tres años, se dedicará en investigar cómo ciertas proteínas regulan el ADN, “una pregunta fundamental para la biología y con posibles aplicaciones en medicina” y uno de alto riesgo, pero, de ser exitoso, alta recompensa. Con una financiación de cerca de $350,000, investigará de manera independiente, desde el país que él escoja, ya sea en Puerto Rico como en Japón. También, colaborará con sus homólogos internacionalmente y tendrá el apoyo de un estudiante doctoral.
“Al fin al cabo, siempre, donde quiera, hay un boricua y siempre buscamos llevar el nombre de Puerto Rico en alto”, celebró.
La propuesta la sometió hace un año, lapso de tiempo que ayudó a generar dudas. Revisitaba el guía de evaluación, llevándolo a sobrepensar en lo que pudo haber hecho distinto en su aplicación.
Pero en marzo de este año, estas incertidumbres disiparon, pues recibió la bienvenida al programa, la que recibió con lágrimas de júbilo. Inmediatamente, llamó a su mamá, Lesly Alvarado Rivera, agradeciéndole a ella por siempre creer en él, pese a las dudas de los demás.
“Yo lloro, porque es que yo vi mi vida desde pequeño”, indicó.
“Hambre” de llegar lejos
“El científico que llevo en mí, lo llevo desde mucho antes”, confesó.
A Valentín Alvarado se le hace imposible hablar de sus logros sin recordar las largas horas que pasó en el salón de clase de la maestra y bióloga María Thiele, de la Escuela Superior Elvira M. Colón Negrón, preparando un sinnúmero de proyectos para las ferias científicas en las que participó cuando aún era alumno allí. Llegó a quedarse hasta las 2:00 a.m. en esa aula durante esos preparativos.
“Yo creo que siempre que vuelvo en el tiempo y pienso, fue importante, porque las ferias científicas fue lo que me abrió muchas oportunidades. Yo era un niño bien hiperactivo. Tenía un tipo de energía (y siempre preguntaba) ‘¿y por qué? ¿Y por qué? ¿Y por qué?”, recordó al autodescribirse como un niño “terco” y persistente en conocer más sobre el mundo que lo rodeaba.
Amparado con la experiencia que adquirió en esas ferias en las que participaba en la escuela elemental bajo la tutela de su tía abuela Leyda Rivera Flores, junto a Thiele se aseguró el primer lugar en la Feria Científica Internacional en California mientras estaba en cuarto año de la escuela superior. Entre hijos de primatólogos y profesores de Harvard, él, ese “jíbaro de Santa Isabel” sobresalió y, simultáneamente, presumió su procedencia.
“Estas experiencias fueron muchas, en séptimo grado, noveno, pero no es hasta que yo llego ya a cuarto año que ahí había hecho un proyecto que ganó el ‘grand prize’ y eso cambió la vida completamente, porque eso me llevó al a Feria Científica Internacional en California. (Esas ferias científicas) fue lo que me hizo ser científico”, comentó sin dejar de mencionar que algún día haría un premio en honor a Thiele, pues hizo “tanto, tanto, tanto” para sus estudiantes.
Fue su escuela superior y la guía de su tía, confesó, lo que alimentó su deseo insaciable, o el “hambre de llegar lejos”.
“Tenía tanta hambre de llegar lejos, pero yo no entendía qué era eso, porque en mi familia nadie es científico, pero mi tía Leyda siempre me inculcó la ciencia y siempre me buscó llegar”, reiteró.
Todo esto eran los peldaños que lo llevaron a cursar microbiología en la Universidad de Puerto Rico (UPR), recinto de Humacao, tras comenzar brevemente su carrera universitaria en el recinto ponceño de esa institución. En el 2016, obtuvo su bachillerato, el cual enriqueció con constantes internados todos los veranos en los Estados Unidos, donde se “pulió” en las ciencias.
El último internado, precisamente, fue en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), en Boston. Por ende, se quedó trabajando allí como técnico de laboratorio por dos años y, desde ese lugar, aplicó para la escuela graduada.
“Las cosas cambiaron, pero siempre se quedó el mismo Luis, con estas ganas de llegar lejos, pero sin saber cómo”, narró al recordar que dedicaba su tiempo libre en comunicarse con profesores para asegurarse un futuro exitoso como científico.
“Ahora me doy cuenta que no es una carrera. Yo colecté una rosa de cada uno (cada profesor) e hice un “bouquet” y eso fue lo que me ayudó a mí”, aseguró.
Con la certeza de que se le evaluaría y apreciaría “como persona” ante cualquier otro parámetro, eligió a la Universidad de California, en Berkeley, donde cursó el doctorado en microbiología, que obtuvo en el 2023.
Su tiempo en Berkeley coincidió con la pandemia del COVID-19, época en la que se paralizaron muchas investigaciones para enfocarse en conocer más del virus.
Ya que trabajaba en bioinformática, estaba en búsqueda de enzimas estables y que toleraran temperaturas altas, para inactivarlas en las muestras de pacientes, como la sangre y saliva.
Mientras se dedicaba a esta investigación y con la epigenética como norte, consultó con su mentor, un australiano, para la continuidad de este estudio. Fue su mentor quien le sugirió que fuera a la Monash University, en el Biomedicine Discovery Institute, en Australia, para continuar la identificación de enzimas que se pueden usar como tecnología en los casos que las bacterias resisten antibióticos.
Por eso, llenó su maleta de adobo y sazón, literalmente, y viajó a Australia en julio 2024, meses después de aplicar por el HFSP.
“Me encantó. Yo no tenía ningún plan de ir a Australia, pero el proyecto que me interesa en este momento dado es aquí”, comentó.
“No sé cuándo, pero algún día yo vuelvo a Puerto Rico”
Claramente, el santaisabelino no tiene intenciones en arraigarse por mucho tiempo en Australia. Y es que añora demasiado estar en su Isla y “hacer ciencia” en Puerto Rico, para Puerto Rico.
Reconoce, sin embargo, las limitaciones que tiene en la profesión, por lo que igual que miles como él, ha tenido que zarpar para tierras lejanas para ganar la experiencia necesaria, todo con la intención de volver a su país natal.
“Ese es mi sueño, que yo pueda volver a Puerto Rico”, repitió, aunque aceptó que la ciencia en Australia es “super amazing”.
“Honestamente, a mí me duele mucho no estar en Puerto Rico. Ver lo que yo traigo a la mesa me da un poquito de sentimiento no dárselo a mi país. Cada vez que más lejos me voy, más quiero volver a Puerto Rico, más mi corazón dice ‘contra, si yo me fundé en Puerto Rico, esto lo que yo puedo hacer por este país lo puedo hacer por el mío’. Pero, honestamente, me encanta hacerlo aquí (en Australia). Eso para mí ha sido lo más difícil, porque con los problemas que tenemos en Puerto Rico, tanto ambientales, como de salud, y no poder dar mi servicio a mi país es lo más que me duele”, dijo al señalar que más extraña es a su familia y la comida boricua.
“Ya tengo 30 y es diferente. Ahora busca la oportunidad de cómo volver. Ya no es irme más lejos, es cómo volver, porque es lo más que me duele. A mí me encanta lo que estoy haciendo, me encanta que estamos cambiando el aspecto científico, pero lo más que me duele, me cala, que lo que yo puedo hacer aquí lo puedo hacer en Puerto Rico. Yo no sé cuándo, pero algún día yo vuelvo a Puerto Rico. Mientras más lejos me voy, más añoro a Puerto Rico”, añadió.
A esto se suma que la comunidad latina en el campo de la ciencia australiana es escasa.
Empero, Valentín Alvarado siempre se encuentra con personas ansiosas de conocer de su Isla, máxime cuando se enteran que es de dónde proviene Bad Bunny.
Las maravillas del mundo
Ya Valentín Alvarado está próximo de cumplir un año en Australia, pero aún no mengua el asombro de ver a canguros saltando o los koalas. El miedo a las arañas gigantes también persiste.
Viajó, igualmente, a Sudáfrica y China, en noviembre y diciembre de 2024- respectivamente-, para ofrecer charlas. En Sudáfrica presentó el estudio de un organismo que él descubrió, que ahora lleva el nombre de la diosa taína Atabey, mientras que en China habló de la utilización de la secuenciación del ADN en poblaciones de microorganismos.
“La ciencia me llevó a (lugares) que yo jamás pensé”, comentó.
Quedó impresionado de los animales nativos africanos y de los avances tecnológicos chinos, pero no hay lugar, animal ni avance científico que, para él, compare con Puerto Rico. Se asegura en hacerlo saber a todos los que conoce.
“Donde quiero que me paro, enseño fotos de Culebra (y otros lugares), porque honestamente la belleza es impresionante”, expresó.
Éxodo obligatorio
Los científicos puertorriqueños, como Valentín Alvarado, normalmente tienen que acudir al éxodo para su crecimiento profesional.
Entiende que la poca ayuda que reciben del gobierno es un factor que los expulsa del país, como la falta en financiar investigaciones y crear lazos con profesionales internacionales.
“Somos muchos los que estamos afuera”, lamentó.
“Las ciencias siempre la dejan a un lado, pero cuando viene la pandemia, cuando viene un problema global como el cambio climático, siempre está el científico. Lo que falta en Puerto Rico, (como en Australia), es que el gobierno de Australia apuesta a la ciencia internacional. Nos reciben porque les conviene”, agregó.
Otro aporte beneficioso sería fomentar las ferias científicas escolares, insistió.
“Así como los pueblos fomentan el deporte, deben fomentar las ferias científicas, porque yo fui producto de la feria científica de las escuelas públicas y estudié en estas universidades y todo esto que viene más adelante, pero viene desde mucho antes, desde que era muy pequeño”, puntualizó.
¿Eres o conoces de algún boricua que vive fuera de la isla y quiere contar su historia? Escribe a historiasph@gfrmedia.com.