Nota del editor: La serie Boricuas en la Luna destaca las historias de los puertorriqueños que han extendido las fronteras de la Isla al establecerse por el mundo, cargando con nuestra bandera, cultura y tradiciones.

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Tenía una vida próspera. Había viajado a varios países del mundo y ostentaba un puesto en el gobierno federal respetado, escalando posiciones periódicamente que lo llevó a vivir en distintas ciudades de los Estados Unidos. Pero, casi de la noche de la mañana, un diagnóstico le cambió la vida radicalmente.

En junio de 2024, el toabajeño Miguel Hernández Sánchez, o “Mickey” como cariñosamente se le conoce, perdió toda su visión, tras un diagnóstico de retinitis pigmentosa, lo que lo obligó a acogerse a un retiro temprano.

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“Cuando tú te quedas ciego, es como que el reloj y el calendario se detiene y tú dices ‘y ahora, ¿qué’”, dijo en entrevista con Primera Hora desde la ciudad de Shawnee, en Kansas, donde ha vivido por los pasados 13 años con su esposa, Yasheila Coss Crespo, y tres de sus cinco hijos.

“Fue un proceso muy, muy difícil, después de una carrera tan bonita no pude continuar, porque ya mi vista se fue completamente. Fue un proceso muy difícil, muy complejo aceptar toda esta realidad. Fue un proceso doloroso, hubo mucha tensión, mucho estrés, pero lo pudimos pasar”, recordó.

Era momento de reenfocar la brújula de la vida, buscarle un nuevo sentido, meta que le hubiera resultado imposible sin el apoyo de su esposa, confesó.

“Yasheila Coss me ha levantado de una manera increíble”, reiteró emotivo sobre su compañera de vida.

Todo esto llevó a que naciera la organización sin fines de lucro Luz para tus ojos el pasado mes de febrero, el cual sirve como enlace para conectar a personas ciegas con recursos para su bienestar y que les garantizará independencia, como clases del uso del bastón y de tecnología.

Pese a tener base en Kansas, la ayuda de la fundación va más allá de los limítrofes del estado. En tan solo tres meses, ya han ayudado directamente a 50 personas, algunas en Puerto Rico u otros estados, como Florida. Además, utiliza sus redes sociales para compartir vídeos de inspiración y demostraciones del uso del bastón, así como algunos versículos bíblicos que sirven de inspiración.

Es proveyendo estas herramientas y conexiones a personas con discapacidad visual que los ayudará a encontrar la verdadera libertad e independencia, pese a su condición, aseguró Hernández Sánchez.

“Yo tenía pánico cuando empecé este proceso y me estaba quedando ciego, yo tenía pánico, terror, de tomar un bastón, porque te hace sentir menos, el orgullo. Pero, cuando tú tomas ese bastón en la mano y tú empiezas a aprender todas estas técnicas de movilidad, orientación y movilidad que le llaman, tu sientes ‘bueno, yo soy libre, yo no tengo que estar agarrado del brazo de mi esposa, yo puedo caminar por mí mismo’. Es una libertad y una sensación de paz que solamente un ciego lo puede describir, porque cuando tú te quedas ciego es como si estuvieras preso hasta que tomas ese bastón”, comentó.

Tiene un “chat” donde han creado comunidad y donde, entre otras personas con discapacidad visual, comparten sus experiencias vividas. Asimismo, está colaborando con el Proyecto A.M.A.R para proveer servicios en agosto a personas no videntes en Perú. En un futuro, visualiza llevar estas ayudas a Nicaragua.

“Lo que hacemos nosotros es apoyar a personas con discapacidad visual, especialmente esas personas como yo que se quedan ciegos a mitad de vida. Hay muchos ciegos y la ceguedad viene de todos los sabores, todos los colores, pero nosotros nos enfocamos en todo el mundo, pero le damos un toque especial a las personas que se quedan ciegos a mitad de vida, no aprendieron a usar las herramientas, Braille, ni el bastón, todas esas cosas que tienes que saber, porque no lo necesitaban. Le dio un glaucoma, le dio una retinitis, le dio una diabetes y, ¿ahora qué? Nosotros apoyamos ese tipo de personas…Nosotros no tenemos los recursos como fundación para hacer todo el trabajo, pero te vamos a llevar a dónde tú tienes que ir, vamos a tocar las puertas para que tú tengas tu rehabilitación”, explicó.

“Cuando yo me quedé ciego, yo estaba en un limbo, no sabía por dónde empezar. Nosotros lo que hacemos es que le damos ese empuje y ese camino (y le decimos) ‘mira, este es el camino a seguir, tú lo sigues, vamos a estar contigo, pero tú tienes que caminarlo’”, detalló.

Hoy día, Hernández Sánchez también cuenta con la compañía fiel de Snyder, un labrador negro que le fue provisto por la organización KSDS Assistance Dogs, Inc.

“La ceguera no es el final de la vida. Hay que mirar más allá de la ceguera y sí está bien deprimirse, sí es correcto estar triste, pero lo importante es brincar ese paso, aceptarlo y moverte a la rehabilitación. Tan pronto tú lo aceptas, tome el tiempo que se tome, muévete hacia la rehabilitación”, exhortó al también instar en buscar ayuda psicológica para sobrellevarlo.

El perder la visión arrastró una carga mental y emocional sin precedentes, aseguró Hernández Sánchez. No fue hasta que conoció otras historias de personas que reconoció que su diagnóstico “no es el fin del mundo”.

“Cuando empiezas a conocer historias y te das cuenta que tu historia no es el fin del mundo, porque hay una historia peor que la tuya, entonces te olvidas de tus problemas. Esa autocompasión que uno genera como ser humano se diluye y, entonces, tú dices ‘no, si yo estoy bien’. Cuando entiendes que tú problema no es el fin del mundo y que hay otros problemas más fuertes que los tuyos y que tú tienes la capacidad ahora de tocar esa vida y expresarle a esa vida ‘esto no es el fin del mundo’, entonces se diluye esta autocompasión que uno genera por mecanismo natural del ser humano y toda esa energía de la autocompasión la usas para ayudar al otro. Ahora mismo, mis problemas son nada comparados con otros no videntes”, dijo.

“Yo quisiera poder ver. Yo quisiera poder ver la cara de mi esposa y de mis hijos, pero no es el fin del mundo”, recalcó.

Snyder
Snyder (Facebook)

Pero, esta paz y esta claridad no la hubiera alcanzado sin su esposa Yasheila, repitió.

“(Ella es) la héroe detrás de todo esto. Ella ha sido fundamental. Mi familia también, pero ella, ella ha estado ahí en los momentos de llorar, en los momentos de patalear, en los momentos de desesperación (de) ‘no puedo más’, ella ha estado ahí, ella ha estado ahí y nunca, nunca, me ha dejado ni un solo minuto”, comentó.

Sus hijos también han aportado a su vida hacia la independencia. Yulissa, de 9 años, lo ha ayudado a leer Braille, y Yadriel, de 16 años, lo ayudaba a caminar mientras aprendía a usar el bastón. Por su parte, Ricardo, de 11 años, caminó con él un 5K hace una semana, un gran hito para ambos, así como para Snyder, quien los acompañó.

Hernández Sánchez nació en Bayamón en el 1972 y fue criado en el barrio Bucarabones, en Toa Baja. Cursó la intermedia en la Escuela Central de Artes Visuales, en Santurce, y, luego, fue estudiante en la Escuela Superior Dr. Agustín Stahl, en Bayamón.

En el 1990, ingresó al Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR) donde cursó agronomía con concentración en ciencias animales. Tres años después, se transfirió a Iowa State University, donde adquirió su bachillerato en el 1995.

“Fue bastante difícil la transición de vivir en Mayagüez, estudiar en Mayagüez y mudarme a Iowa. Un frío tremendo y el cambio cultural, pero lo pudimos hacer, nos pudimos graduar”, rememoró.

Regresó a Puerto Rico y, entre el 1996 al 1997, trabajó en la industria agrícola en Vega Alta. Luego, se mudó a Dinamarca para hacer un internado profesional en la industria de genética animal.

“Lo más que me impactó de Dinamarca es cuán abierta es la sociedad a nuevas ideas, cuán abierta. Son gente muy culta, muy educada. Cada uno de ellos te habla cuatro o cinco idiomas. Ese cambio cultural fue tremendo, fue muy bueno”, comentó.

“Fue una oportunidad excepcional y abrió mis ojos al mundo y dije ‘wao, esto está brutal, el mundo es mucho más grande que Bucarabones’, que yo amo”, agregó.

Una vez regresó a Puerto Rico, emprendió otro viaje, esta vez a Nicaragua, para formar parte de un viaje de misioneros. Allí, orientó a campesinos en la producción de plátanos y piñas.

Cuando completó la misión, se mudó al estado de Arizona en el 1999 donde comenzó a trabajar con el Departamento de Agricultura Federal (USDA, en inglés) como oficial de producción de plantas y cuarentena.

En el 2000, solicitó trabajar en la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, en inglés) donde fue oficial de seguridad del consumidor. En el 2001, se transfirió a la oficina en San Juan, donde se quedó hasta el 2008.

En ese lapso de tiempo, en el 2005, conoció a Yasheila, a quien describe como “mi todo”, y un año después, contrajeron matrimonio.

En el 2008, se convirtió en supervisor de investigadores en la oficina de California, puesto que ocupó hasta el 2010 cuando se transfirió a Honolulu, Hawaii. En el archipiélago, estuvo a cargo del Honolulu Resident Post.

Vivió dos años en Hawaii antes de hacer otra transferencia, esta vez a Kansas City para ser el director de cumplimiento del Kansas City District Office, donde estaba a cargo de las operaciones de cumplimiento para los estados de Iowa, Kansas, Missouri y Nebraska. Allí estuvo hasta el año pasado, cuando se acogió al retiro por su diagnóstico.

Además de Yadriel, Ricardo y Yulissa, Hernandez Sánchez tiene dos hijos mayores de un matrimonio previo: Andrea, de 25 años, y Luis Antonio, de 22.