Zúrich, Suiza. Lo primero que notas al llegar a esta ciudad es la tranquilidad. Bajas del avión y al entrar al aeropuerto predomina un silencio que sorprende. Aun cuando sales a la calle, el bullicio no es lo que esperarías en una urbe tan cosmopolita.

Zúrich es centro internacional de banca y finanzas. Sin embargo, aun cuando ves el constante ir y venir de gente en las aceras, carros, guaguas y tranvías, no percibes el alboroto de cualquier ciudad similar, al menos en nuestro lado del Atlántico.

La ciudad es superorganizada. Hace honor a su fama y al refrán de que “funciona como un reloj suizo”. ¿El mejor ejemplo? Un reloj en cuenta regresiva indicaba cuándo llegaría un tren que debíamos tomar y justo cuando marcó cero se abrieron las compuertas.

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Es, igualmente, una ciudad de contrastes en la que convergen edificaciones de la era medieval con espacios ultracontemporáneos. Inclusive, en la llamada ciudad vieja es común entrar a una de esas estructuras antiquísimas y depararse con interiores minimalistas equipados con la tecnología más sofisticada.

Y es una ciudad cara, al punto de que aquí está la Bahnhofstrasse, la calle más cara de Europa, con las tiendas más caras y exclusivas del mundo.

Pero no te engañes, aquí la gente se divierte. La cercanía a los Alpes les permite a sus ciudadanos disfrutar de actividades en la nieve casi todo el año, cuentan con una gran cultura gastronómica y es destino obligado de cuanta gira de conciertos pasa por Europa.

El quebradillano Abel Ávila es un “Boricua en la Luna”

Prácticamente, todas las noches hay un evento musical con artistas europeos, africanos, asiáticos y americanos, como Roberto Carlos, Inner Circle, Stone Temple Pilots, Ozuna o Nicky Jam. Y es que nuestra música urbana ha calado allá entre los jóvenes, principalmente, los inmigrantes.

“Algo que mucha gente desconoce, que es más interesante que el trap… es que en Suiza puedes bailar salsa todas las noches”, explica Abel F. Ávila Jiménez, un Boricua en la Luna que lleva seis años radicado en este país. “Todas las noches, en cualquier cantón (especie de estado) puedes bailar salsa, porque es muy popular y muchos suizos aprenden a bailar muy bien”, agrega el quebradillano, casado con una polaca y padre de una niña de 2 años.

Cerquita de los Alpes

A poco más de dos horas de la ciudad -en carro o tren- están los Alpes suizos. Es un recorrido de vistas espectaculares.

El viaje en tren hasta Engelberg, al pie de la cadena de montañas, te prepara visualmente. A medida que vas al sur, los gramados y lomas verdes van cediendo a las escarpadas formaciones de piedra cubiertas de nieve. Allá (dependiendo de las condiciones del clima) puedes tomar uno de varios teleféricos para visitar diferentes puntos de interés que ofrecen las montañas. Titlis, Brunni, Fürenalp y Bannalp son los más relevantes.

Esta es una de las razones por las que Abel y su esposa Patrycja no consideran vivir en otro lugar.

“Antes de que naciera Chloe veníamos casi todos los fines de semana a correr bicicleta. Es de los mejores lugares para hacerlo, por la condición de las carreteras, los espacios para ciclistas y por la mentalidad que existe aquí sobre los peatones y los ciclistas”, cuenta Abel mientras lo acompañábamos en un paseo familiar hacia St. Moritz, cerca de la frontera con Italia.